jueves, 18 de abril de 2019

PREGON EN LONDRES V

EL CAPATAZ

Si la muchedumbre es un mar y el "paso" es un bajel empavesado de luces donde va una Reina y donde muere un Cristo, el Capataz es el práctico seguro y certero por calles estrechas y las esquinas difíciles. Sobre todo, es el que da la embocadura del puerto, que es sacar el "paso" incólume por la puerta de la iglesia.
Los cuarenta costaleros, en las tiniebla de sus "trabajaderas",no ven por dónde van. Sus ojos son el capataz que va delante. Experto como un práctico, vestido de traje negro en elegante y española etiqueta, vigilante los ojos y dominante la voz. Es un perfecto director de orquesta; en sus mano está la batuta de la sinfonía sevillana.
Capataz no puede ser cualquiera. Es toda una auténtica profesión de maestro de arte.¿No veis ese mocito, de negro también, que anda junto al capataz, sin quitarle los ojos de encima y a quién él, después de una faena nueva o inesperada, le da explicaciones, serio y en voz baja con expresivas acciones de sus manos? Es el hijo del capataz que está cursando, en la escuela práctica y maravillosa de la Semana Santa, la ciencia de su padre.
Y yo me imagino este diálogo entre el padre y el hijo. Entre el capataz experto y el mozo discípulo:

Para ser buen capataz, 
padre, el consejo mejor...
Hijo, serán más capaz
cuando tengas más amor.
Ojos de águila en la cara.
sentido de proporción, 
la voz como el agua clara
y los nervios en razón. 
Pero todo no bastara, 
hijo, sin el corazón.
Si llevas el Gran Poder,
amor, hijo y paso a paso...
No hagas al Señor correr,
llevándole a prisa, acaso 
la Cruz le fuerce a caer.
Si llevas a Dios clavado
del madero, 
hazlo con mimo y cuidado
de enfermero,
dale un paso acompasado
 y hazle de plumas el sendero.
Si va vivo, que el dolor, 
no le de, andando, la muerte.
Si va muerto, por temor,
hijo, a que se despierte...
Pero en todo caso advierte
que lo trates con amor.
Y se es la Virgen María, 
con su palio, hermosa toda,
  considera que ese día
Sevilla te la confía, 
y es Niña que va de boda.
Niña Virgen, sin mancilla, 
ni la brisa osa tocarla. 
Mira que habrás d entregarla
como te la da Sevilla.
Sin que se caiga un clavel, 
sin que se le tuerza un cirio,
sin que el sol mustie la piel
de sus ojeras de lirio.
Llévala- yo así lo hiciera-
como a tu novia, con celo
de que ni el polvo del suelo
le roce su pie siquiera.
Llévale como a una flor, 
como un cristal...No, mejor.
llévala- ¡Virgen María!-
como a tu madre y la mía,
 hijo, con inmenso amor.
Este es, hijo, mi consejo
para ser buen capataz.
Tu empiezas y yo me alejo.
Amor para ser capaz. 
Mucho amor, como este viejo, 
y serás buen capataz.

COSTALERO

Orfebre anónimo de la Semana Santa de Sevilla, deja que quite de tu cabeza ese costal recio y áspero y que te coloque en su lugar una corona de laurel.
Costalero, tu cabeza es la cariátide que sostiene todo el peso de gloria y ritmo de las procesiones sevillanas.
Costalero, el día que tu faltes, dejará de ser la Semana Santa de Sevilla.
¡Costaleros anónimos!
Arriba todo el lujo de la procesión, los claveles, los cirios, las jarras de plata, la filigrana de los varales, la pedrería sobre el pecho de la Virgen. Y abajo vosotros, polvorientos, sudorosos, en tinieblas, llevando sobre vuestra cerviz inclinada, el peso de la gloria sevillana.
El día que Sevilla dejara los costaleros se acabaría su Semana Santa.
Quitad los costaleros y ya no volveréis a ver el balanceo imponente, que eriza la piel, de la Cruz gigantesca del "Cachorro".
Y cada paso lento de los costaleros le da al Cristo un ritmo de agonía en que sube y baja su pecho acompasado con los estertores de la última Espiración.
Quitad los costaleros y destruis todo el rito litúrgico de las salidas y entradas de las procesiones. Y se perderán esas paradas de los "pasos" estratégicas y escalonadas en la intimidad de los barrios para mirar de cerca a la Virgen, echarle un piropo y cantarle una saeta.
Quitad los costaleros y rompéis el ritmo de la Semana Santa de Sevilla.
Y el padre se lo figura llegando un día al cielo. Con sus alpargatas de esparto y en mangas de camisa, llamando a la puerta con su mano derecha encallecida y sudorosa, y llevando en la izquierda, como trofeo de gloria, ese saco, ese costal almohadillado que se colocaba en la iglesia, parra sacar a la Virgen.
Y, como en los cuentos, saldrá San Pedro a abrir la puerta y le preguntará:
¿Quién eres?
            Soy Costalero
de la Pasión de Sevilla
¿Qué es eso?
             Me maravilla
que no lo sepa el portero.
Costalero
es ser el viril de Dios; 
es andar juntos los dos
por el mismo derrotero,
 yo abajo y arriba Él, 
porque no rompa su piel
en las piedras del sendero...

San Pedro le abre la puerta y le deja pasar con silencio y admiración. El costalero entra en el cielo con sus alpargatas de esparto y su pobre camisa. Se encuentra con Jesucristo.

¡Ay, Señor del Gran Poder, 
que yo fui su costalero!
Nazareno quise ser
y en mis espaldas tenerte
a Ti por cruz y madero.
¡Ay, Señor del Gran Poder!
Sobre mi carne tu peso
¡cómo cargó sobre mí!

Siguió andando por el cielo. Sus alpargatas de esparto comenzaban a transfigurarse, y su pobre camisa sucia con el sudor del trabajo, se empezaba a convertir en una túnica de nieve. Seguía llevando en su mano el costal almohadillado que se ponía para llevar a la Virgen. De pronto, en uno de los caminos del cielo, se encuentra cara a cara con Ella.

    
     ¿No me conoces, Señora?
Que yo fui tu costalero.
¡Que mi miren, Madre ahora 
esos ojos que yo quiero!
Fui tu tiesto y tu florero...
Tú arriba fuiste la flor,
sobre mis hombros de acero.
Tú llevabas el salero
de tu mano triunfador.
Y la gente te aplaudía
la saeta te clavaba
el piropo te encendía
y la noche te besaba... 
y yo allá abajo decía
-tinieblas, polvo y sudor-
"Por Ella soy costalero,
por Ella, porque la quiero,
por amor"

El costalero sentía mientras hablaba que algo florecía en su mano izquierda. Miró y el pobre costal había desaparecido. Tenía en su lugar una corono de rosas.

LA LEVANTÁ.  ¡AL CIELO CON ELLA!