martes, 17 de mayo de 2016

INCENDIO v COSTALEROS

Estaba dispuesto a comentar la portada de hoy de ABC (Madrid) con el terrible incendio del cementerio de neumático de Seseña, a pesar de que me estoy proponiendo no hacer comentarios políticos hasta que oficialmente comience la campaña electoral, cuando las fotos de los costaleros, que Luis Maldonado ha publicado en Facebook, me ha hecho cambiar de opinión.
Me ha traído a la memoria el primer Pregón de Semana Santa (y creo que el único) que tuvo lugar en el Colegio Vicente Cañada de Londres el 31 de Marzo de 1985, Domingo de Ramos. La mayoría de los españoles que visitan Londres conocen el famoso Mercado de Portobello Road. Pues al final de dicha calle, se encuentra el Colegio Español, en un antiguo convento que compró Don Vicente Cañada Blanch, un valenciano importador de frutas, y donó al Gobierno de España para fundar un Colegio donde los "hijos de los emigrante españoles pudieran formarse para no tener que fregar suelos o pelar patatas como sus padres" .Consiguió su propósito en un proyecto que sigue adelante con muy buenos resultados. Precisamente ha sido un sobrino-nieto de Don Vicente, educado en dicho Colegio, el arquitecto que ha diseñado las obras necesarias para convertirlo en un Colegio deseado por españoles y por ingleses.
Formaba yo parte de la UAPA (Unión de Asociaciones de Padres de Alumnos) cuando me propusieron, quizás por ser el único que había vivido la Semana Santa más famosa de España, que fuera yo el pregonero. Ante tamaño reto, no me sentí capaz de negarme y me fui derecho al libro de poesías de un sacerdote jesuita, el Padre Ramón Cué, a quién conocí en mis años del Colegio de Villasís. El Padre Cué, vino de Méjico a estudiar Teología en Comillas y pasó por Sevilla, algo incrédulo de lo que había oído hablar de ella. Vivió aquel año la Semana Santa, acompañado y bien asesorado por tres alumnos del Colegio, el resultado fue la publicación de uno de los mejores libros de poesía, que por supuesto, conservo con cariño, titulado "Como Llora Sevilla..."
Saqué del libro todo lo que pude, puse algo de mi parte, pedí ayuda a Manolo de Cádiz, conocido flamenco, que lo mismo cantaba, que bailaba, tocaba la guitarra y recitaba, para que se encarga de las poesías y puedo estar orgulloso de que salió todo muy bien.
Creo que merece la pena, después de  ver las fotos mencionadas, que los costaleros de mi pueblo sepan lo que el Padre Cué, por mi boca y la de Manolo, dijo en Londres:
Costalero, orfebre anónimo de la Semana Santa de Sevilla, deja que quite de tu cabeza ese costal recio y áspero y te coloque en su lugar una corona de laurel.
Costalero, tu cabeza es la cariátide que sostiene todo el peso de gloria y ritmo de las procesiones sevillanas,
Costalero, el día que tu faltes, dejará de ser la Semana Santa.
Sería demasiado largo reproducir todo lo que el Padre Cué dice de los costaleros, pero si parte de ello, que nos lleva a cuando escribe que: "se figura a un costalero a la entrada del cielo, con sus alpargatas de esparto, en mangas de camisa, llamando a la puerta con su mano derecha, encallecida y sudorosa y llevando en la izquierda ese saco, ese costal que se colocaba un día en la iglesia para sacar a la Virgen".
Y el largo capítulo sobre el costalero termina con la pregunta de San Pedro al que llama a la puerta:
¿Qué quieres?.-Soy costalero de la pasión de Sevilla.
¿Qué es eso?.- Me maravilla que no lo sepa el portero.
Costalero es ser el viril de Dios, es andar juntos los dos
por el mismo derrotero. yo abajo y arriba El
porque no rompa su piel en las piedras del sendero.
Costalero en ser trono, ser carroza, es ser espina que goza
porque es arriba rosal; es ser un poco en lo humano, 
la mano sacerdotal que eleva en el are ufano
a Cristo Pan y Cordero.
Costalero es de mi carne y mi mano hacerle a Dios un sendero.
San Pedro le deja pasar y ya dentro, por los senderos del Cielo, se encuentra cara a cara con Ella.
¿No me conoces Señora?
Que yo fui tu costalero, ¡que me miren, Madre, ahora 
esos ojos que yo quiero.
Fuí tu tiesto y tu florero... Tú arriba fuiste la flor; 
sobre mis hombros de acero.
Yo la tierra, Tú la flor: por Ella soy costalero,
por Ella, porque la quiero. Por amor.

Termina el Padre Cué, diciendo que el costalero sintió algo en su mano izquierda, miró y vió que el costal ya no estaba. Tenía en su mano un ramo de rosas.
Que sirva de homenaje y agradecimiento a los costaleros de mi pueblo por su magnífica labor.