domingo, 19 de abril de 2015

RODRIGO RATO

¿Era esto necesario?

Conocí a Rodrigo Rato allá por el año 1992, (casi nada, 23 años que han pasado rápidos). Como miembro de la Junta Directiva Nacional por ser Presidente de la Gestora del Partido en Gran Bretaña, venía algunas veces a la reuniones que desde los tiempo de Don Manuel se celebraban un lunes de cada mes en Génova. Venía de Londres el Domingo por la tarde y volvía en Lunes por la tarde. Marisa Granja, secretaria del Presidente desde los comienzos en la calle Silva, me concertó una entrevista con Aznar, a quién conocía desde su nombramiento en Sevilla, que se fijó para antes de la reunión de la Junta. Quería exponer al Presidente que tenía pensamiento de volver a España y por tato de dimitir de mi cargo. Me pidió que buscara antes un buen sustituto y le propuse el vicepresidente Guillermo Revilla en el que tenía puesta toda mi confianza. Así fue cuatro años más tarde cuando Aznar fue elegido en 1996 Presidente del Gobierno de España y yo regresé  definitivamente.
Guillermo fue un  buen amigo y colaborador y un excelente Presidente con una relaciones estupendas entre los inmigrante españoles, que desgraciadamente falleció en 1999, tras solo tres años en el puesto. Tenía muchos amigos a todos los niveles y dejó muy buenos recuerdos por su intensa labor en pro de los españoles y su dedicación al Partido. Se que Loreto, su viuda y Luis, su hijo, nunca le olvidarán.
El salir de aquella reunión, los barones del Partido estaban en la antesala esperando al Presidente para bajar juntos a la sala de reuniones. Allí conocí a veteranos como Federico Trillo, Juanjo López, Alvarez Cascos, Rodrigo Rato, Isabel Tocino y Loyola de Palacios. Desde aquel día siempre que me encontraba con alguno de ellos se interesaban por cómo iban las cosas en el Reino Unido.
La última vez que tuve ocasión de hablar con Rato fue en un viaje de Aznar a Londres muy pocos meses antes de la elecciones que le dieron la Presidencia del Gobierno de España. Se celebraron diversos actos; reuniones con políticos británicos, comida en el Club Español de Londres con la colonia española,  reunión con los afiliados al partido y una rueda de prensa con los corresponsales de los periódicos españoles y muchos periodistas británicos. En ese acto, Rato me presentó a Emilio Botin, que ya andaba por Londres creando sucursales de su banco.
Aproveché aquella rueda de prensa, para hacerle una pregunta al Presidente, cuando este la daba por terminada anunciando la última pregunta. En vista que nadie la formulaba, pregunté si era verdad el rumor, que los socialistas de Londres estaban corriendo entre los jubilados del Club ubicado en la Casa de España, de que si el Partido Popular ganaba las elecciones, iba a quitar las pensiones. La corta y rotunda respuesta fue: "Rafael, tendría que quitársela también a mi propio padre". A los pocos días fui al Club a tranquilizar a los jubilados y pude comprobar que todos, exiliados de la guerra civil, recibían las pensiones del Gobierno Británico y no del Español. Hasta ahí llegaba las mentiras y falacia de los socialistas que ya copaban las instituciones del Gobierno Español, empezando por la Consejería Laboral, que era de la que dependía la Casa de España. En ella dieron cobijo al "comisario político" del partido y allí se recibía y se repartía toda la propaganda. Se utilizaba la Consejería como la sede del partido.
Yo no puedo acusar o defender a Rodrigo Rato, para eso están los Jueces. Siempre me pareció un buen tío dedicado por completo al Partido desde el principio y tenía la impresión de que no necesitaba la política para ganarse la vida. El patrimonio de su familia era más que suficiente. Al punto, que se comentaba que cuando se recorría los pueblos en la campaña electoral de 1982, que le llevó al Congreso como Diputado de Alianza Popular, lo hacía en un Porche de su propiedad alegando, que "quería que sus lectores supieran que tenía un Porche antes de entrar en política". 
Todo lo que ha venido después, bueno, malo o regular,  ya están los medios encargándose de airearlo, cada uno a su gusto. Y como siempre, si las acusaciones resultan falsas, el descrédito, la reputación y lo sufrido, quedará ahí para siempre. Pero si es culpable de los delitos que se le imputan de fraude, alzamiento de bienes y  blanqueo de dinero, todos ellos delitos monetarios, que pague lo que tenga que pagar, incluyendo multa y recargos, mejor que enviarlo a la cárcel, como quieren algunos para desacreditar a todo el Partido, que eso nos cuesta un buen dinero a todos los contribuyentes. 
Necesitamos con urgencía una separación de Poderes para que los partidos políticos no tengan parte alguna en la composición de los altos puestos de  la Justicia. Es demasiado evidente que, en cualquier periodo electoral, siempre salen trapos sucios de los partidos, que algunas veces no son tan sucios como se pretende, pero hacen daños irreparables.