jueves, 25 de diciembre de 2014

NAVIDAD DE ANTAÑO

Como es verdad que los "tiempos cambian que es una barbaridad", las Navidades de antaño y las de hogaño son como la noche al día. ¿Mejores o peores?. Yo diría simplemente, distintas. Hasta la Iglesia ha cambiado, si no la liturgia, si los horarios. ABC de Sevilla publicaba ayer los horarios de 131 Misas del Gallo, que se celebraban en la capital. Tradicionalmente eran siempre a media noche, (decíamos a las doce de la noche, cuando ahora son las 24 horas). Pues bien, de las 131, solo 47 son a las 24 horas, el resto a diferentes horas, algunas tan temprano como a las 19,30. Durante los últimos años fue tan escasa la asistencia de fieles en nuestra parroquia que el párroco decidió celebrar la Misa una hora más temprano. No mejoró la asistencia, pero este año el nuevo párroco decidió volver a la hora tradicional y consiguió una mejor asistencia. ¿Vamos mejorando?. Parece que si, pero no la juventud
que sigue pasando olímpicamente de las Misas. Eso si,de las botellonas no pasan. Cuando volvía a mi casa, algo después de la una, todavía había jóvenes alrededor de las candelas y me crucé con dos grupos de chicas y chicos con las correspondientes bolsas de plástico en las que sonaban el "clik-clak" de las botellas, que sin duda iban a comenzar las fiestas.
Me supongo que la principal razón para el cambio del horario son las cenas de Navidad que se celebran en familia, a las que la Iglesia les da la oportunidad de ir a Misa primero y celebrar la cena después, a sabiendas de que a las doce de la noche no han terminado las cenas y menos todavía las cubatas de sobremesa.
En mi juventud (no hace tanto tiempo comparado con los 2014 años del calendario cristiano) la cena de Nochebuena era una cena normal, cada uno en su casa, que en la mía terminaba no más tarde de las diez de la noche. Sobraba tiempo para cantar villancicos en el Belén, jugar a las cartas o a la lotería (ahora bingo)  alrededor de la camilla y abrigarse para ir a la Iglesia con tiempo de coger sitio antes de que se llenara. Por supuesto, andando. Los pocos coches que había en el pueblo, descansaban el las cocheras de donde no salían de su descanso nada más que para salir de viaje, no para andar por el pueblo como ahora.
Después de la Misa, cantada y con villancicos, por el coro de Doña Mercedes y la adoración del Niño en manos de Don Inocencio, nos deseábamos: "Felices Pascuas", (no "Felices Fiestas") y cada mochuelo a su olivo. En mi casa, al menos, tomábamos un chocolate calentito con los polvorones o mantecados (que no los veíamos hasta esa noche), una copita de anís o coñac (o brandy para que no se enfaden los franceses) y a la cama. Al día siguiente ningún niño buscaba un calcetín colorado ni esperaba un regalo de Papa Noel, que era un perfecto desconocido. Lo que si esperábamos era la comida especial con el consabido pavo como especial ingrediente y el turrón (duro o blando) y las figuras de mazapán como postre.
El sacrificio del pavo era un espectáculo. Algo así como un ritual de cada año. El pavo venía de la finca donde había nacido y crecido en libertad, engordándose con bellotas, que debía darle a la carne algo de sabor como al cerdo ibérico de montanera. Ángeles era la encargada del sacrificio, pero antes le daba el último placer que el pobre animal debía de disfrutar. Ángeles lo sujetaba entre sus piernas y mientras con una mano le sujetaba el pico abierto, le metía el cuello de una botella de vino blanco y esperaba hasta que se tragara el preciado líquido. Después lo soltaba en el patio y comenzaba el pobre animal a corretear  haciendo eses como todo borracho, hasta que el vino podía más y le hacía caer inconsciente. En ese momento Ángeles le volvía a coger y con una certera cuchillada le rebanaba el cuello. Siempre nos decía: "Pobre, estaba tan borracho que ni siquiera se ha enterado". Borracho y guisado en una gran cazuela al día siguiente hacia las delicias de todos. Y lo que sobraba, al día siguiente con arroz.  
Todavía nos queda el desmadre pagano del fin de año, con el peligro de que te duchen con cava (espero que sea cava o espumoso del Condado de Huelva) o te bombardeen con esos ruidosos petardos que nos llegan del lejano oriente.
FELIZ NAVIDAD.