domingo, 15 de agosto de 2010

15 DE AGOSTO 1936





En el Foro-Ciudad de Higuera de la Sierra ya se empezó a hablar de lo que pasó en el pueblo el 15 de agosto de 1936. Pero en el Foro no suelo escribir por no levantar innecesarias polémicas y prefiero hacerlo en el Blog. En el Foro se inició lo de "Las campanas se han quedado mudas" y se ha pasado a insultar y criticar al cura, a dar lecciones de religiosidad, a culpar al ayuntamiento y por poco se dice que todo es culpa del P.P.
Bueno , vamos al 15 de agosto de 1936, hace hoy setenta y cuatro años. Más o menos a la hora en que se va a celebrar la Misa Solemne en honor de San Antonio en su Ermita titular, las tropas golpistas (como las llaman ahora) entraban en el pueblo y lo liberaban de las tropas rojas u hordas marxistas (como se llamaban entonces). Combiene aclarar que la Misa de hoy no tiene nada que ver con esto. Es simplemente porque en vez de celebrar San Antonio de Padua el día 13 de junio, hace muchos años que en Higuera se cambió al último domingo de agosto, cuando los agricultores habían recogido sus cosechas y los corcheros habían sacado el corcho. Como ya no hay agricultores y los corcheros van desapareciendo, hace solo unos años se volvió a cambiar al domingo más cercano al 15 de agosto. Este año coincide con el 15 que es, además la festividad de la Virgen de los Reyes en Sevilla y de muchas Vírgenes en toda España. También coincide con el aniversario que nos ocupa.
Me han pedido que cuente lo que pasó y los nombres de los prisioneros que se salvaron de ser quemados dentro de la Ermita, pero tengo poco que contar. Tenía cuatro años y cinco meses y a esa edad no se es consciente de todo y solo se recuerdan algunos momentos impactantes.
La tropas de un Tercio del Requeté al mando del Coronel Redondo, en su camino de Sevilla a Badajoz, desviaron una columna al mando del Capitán Barrau, para liberar la Sierra .Se dice que gracias a la influencia del Jefe Carlista Manuel Fal Conde, natural de Higuera que tenía a un hermano prisionero y a otro libre, por ser el médico del pueblo, pero vigilado y al padre del más joven de los prisioneros que siempre hemos conocido como Pablito Rincón.
Cuando las tropas llegaron al pueblo le hicieron frente disparando desde el tejado de la Ermita en la que estaban los 23 prisioneros que aparecen en la foto tomada días antes en la ermita del Cristo del Rosario, donde estuvieron primero. Estos, con la natural alegría de sentirse liberados, abrieron la puerta y Antonio Ramirez y mi padre intentaron salir, recibiendo una descarga de los moros que venían en vanguardia, que acabó desgraciadamente con la vida de Antonio Ramirez. A mi padre, que no le había llegado su hora, no le tocaron y salió ileso. Nos asustamos en casa, cuando llegó andando y ensangrentado de la innecesaria sangre derramada por su buen amigo.
Los rojos (como yo les llamo) huyeron por donde pudieron, incluso abandonando algunas armas, entre las que encontraron tres fusiles que habían conseguido en el asalto al cuartel de la Guardia Civil cinco días entes. Los barriles de gasolina con la que intentaban quemar la ermita con los prisioneros dentro, así como la iglesia parroquial, se quedaron a la puerta de la casa de la calle Larga donde tenían su cuartel general. Una bomba que tiraron cayó en el tejado de la casa de Román Ruiz, sin causar víctimas y solo daños al tejado. El minero que la tiró salió huyendo por la calleja que unía el barrio con la Cruz de la Vega y fue abatido por una ametrlladora, la misma que había disparado y alcanzado mortalmente a la Morona y su hija de nueve años, al creer que huían.
Y eso fue todo ese día que terminó con la celebración de los liberados y del pueblo oprimido, que colmaron a los soldamos, españoles y moros de comida y bebidas, que disfrutaron sentado por las calles. Recuerdo ver a los moros desde la ventana de mi casa, con sus chilabas blancas, comiendo jamón y bebiendo vino, sin acordarse de que su religión lo prohibe Al día siguiente continuaron su camino hasta Aracena, donde entraron triunfalmente.
Me han pedido que de los nombres de los prisioneros que aparecen en la foto y siento no conocer a algunos. Pero ahí va:
Don Inocencio Fernández Pruaño (por el delito de ser el cura párroco), Antonio Ramirez, Juan José, Guillermo Fernández y José el de Africa (por el delito de ser comerciantes a los que aprovecharon para saquearles las tiendas), Juan Fal, Manolo Rincón, Pepe Rincón, Pedro Moreno, Juan Robledo, José Maria Alvarez y el joven Pablo Rincón (por el delito de ser terratenientes). el Capitán, así conocido por haber luchado como tal en la Guerra de Cuba (por el delito de ser militar aunque ya retirado) y finalmente mi padre y mi tío Francisco (por el delito de tener algunas tierras y se los dueños de la fábrica de aguardiente que hasta los rojos bebían).
Al resto no los he reconocido, pero creo que también estaban Rafael Rincón y Paulino Rincón.
Termino con una de las pocas cosa que oí a mi padre, que prefería olvidar y no remover. Contaba que comiendo en casa con el Capitán Barrau, algún oficial más y algunos de los liberados, uno de ellos, no quiero decir el nombre por respeto a los muertos, le dio las gracias al Capitán por haberle salvado la vida, terminando con estas palabras: Ya es hora de acabar con las demanda de los trabajadores que piden exorbitante jornales. La contestación de Barrau fue certera y rotunda: Si usted cree que estamos haciendo una guerra para eso, está muy equivocado. Nosotros luchamos contra el comunismo y por una España en paz.


Esta fotografía del americano Robert Capra dió la vuelta almundo. Se titula "Muerte de un miliciano" y algunos dudan de su autenticidad porque ¿donde estaba el fotógrafo? ¿De espaldas al enemigo aguantando las balas?