miércoles, 27 de junio de 2018

NO PODRÉ VOTAR A SORAYA


DON MANUEL Y RAFAEL CEREZO EN LONDRES 1980
Ni a Soraya, ni a María Dolores, ni a Pablo ni a José Manuel. Simplemente, no podré votar. Y me duele sentirme ignorado y marginado por el Partido al que he dedicado cuarenta años de lealtad. Por los medios de comunicación y buscando en internet, me he ido enterando del proceso para elegir al nuevo Presidente. De el Partido, nacional, regional, provincial o local, ni una sola palabra, comunicación o noticias.
Seré uno de los más de ochocientos mil afiliados, que no tendrán derecho a elegir entre los seis candidatos válidos que se presentan. Uno de los requisitos exigidos es el estar al corriente del pago de las cuotas de afiliación. Tengo que confesar que desde que dimití de Presidente de la Gestora de Gran Bretaña, para volver a España, no he pagado un solo céntimo. 
Durante el periodo de formación de la Gestora, el Director de la empresa en que yo trabajaba, intimo amigo de Don Manuel, el inolvidable Rafael Cerezo, se encargaba de los gastos de teléfono y correo, pero desde que quedó fundada la Gestora, se estableció un cuota voluntaria con un mínimo de 25 libras (unos 30 euros), que eran suficiente para los gastos normales.
Cuando volví a España, me advirtieron que tenía que afiliarme en mi residencia y por tanto en Huelva. Mi actual carnet está fechado en Madrid, firmado de Alvarez Cascos el 32 de agoto de 1998 y con el número de Huelva 9,994. Me dijeron que aquí no se pagaba cuota.
Y ese es el primer problema que el nuevo presidente o presidenta que sea elegido, tendrá que afrontar. La financiación del Partido y la legislación de un sistema para todos los Partido, que evitaría, en lo posible la corrupción endémica que padecen todos. Es inconcebible, que de los 869,535 afiliados, solo 64,524 podrán votar, un ridículo 7,6%. ¿Esto es democracia interna? Más de 805,000 afiliados no podremos expresar nuestra opinión.
Creo que va siendo hora de que, ya que tanto nos gusta copiar todo lo que viene de fuera, miráramos a otros países con tradición democrática de nuestro entorno y adaptáramos lo mejor de sus sistemas al nuestro.
En el Reino Unido los partidos no reciben de las arcas públicas más que el sueldo de los políticos elegidos por los votantes de su distrito. Según qué partido, estos tienen que donar un porcentaje del sueldo al Partido. El resto de la financiación viene de donaciones de empresas y particulares. Es algo frecuente ver en la prensa, noticias de donaciones de grandes empresas, que no solo le sirve a estas como propaganda, sino que además desgravan impuestos. El Daily Telegraph, de tendencia conservadora publicó allá por los tiempos de Margaret Thatcher, fotocopia del cheque de un millón de libras esterlinas, que la compañía ICI (Imperial Chemical Industries, famosa por sus pinturas, no confundir con el Instituto Canario de Igualdad) donaba al Partido Conservador. Y no pasa nada. Hasta les sirve de propaganda al periódico, al Partido y a la empresa.
No quiere decir esto, que Margatet Thatcher ordenara a ninguno de sus ministros que, en concursos para pintar edificio públicos, le dieran prioridad a dicha compañía. Existe la transparencia suficiente, al punto de que en los membretes de cartas de muchas importantes compañías británicas, aparecen nombres de Directores con las siglas M.P. (Member of the Parlament), que lógicamente deben tener una remuneración. Y tampoco pasa nada. A la Compañía le da prestigio y el Director, que generalmente solo asiste a las reuniones anuales, ni siquiera tiene que declarar a hacienda lo que ha recibido, porque esta lo sabe por la declaración de la cuenta de resultados de la compañía.
En Estados Unidos de América los dos grandes partidos que se alternan en el Gobierno, organizan cenas o fiestas como mítines políticos, donde los asistentes pagan miles de dólares por algo que su costo no pasa de un par de centenares. Y tampoco pasa nada.
El Partido Popular aprobó, con el voto en contra de todos los demás, las actuales Leyes contra la corrupción que, por supuesto pueden ser mejoradas, pero falta una Ley de financiación de los partidos que impida la corrupción, aceptando donaciones con total libertad y transparencia y recabando cuotas de todos sus afiliados. Somos muchos los que pagaríamos, cada uno de acuerdo con sus posibilidades, para mantener al Partido en el que creemos y confiamos.
Confío en que los casi sesenta y cinco mil afiliados con derecho a voto acierten en su elección y el candidato que salga elegido sepa aprovechar la valía de los otros candidatos, para renovar un partido que aglutine todo el centro derecha y atraiga a aquellos que se han separado de nuestras filas para seguir su propia aventura.
N/B. aunque he dicho "candidato" con la venia de la Real Academia de la Lengua Española, saben que mi elección es Soraya.
AZNAR EN LONDRES EN 1991