lunes, 19 de septiembre de 2016

LA CAMPANA, AYER Y HOY

Le tengo mucho cariño a La Campana. Y no me refiero a las que desde la Iglesia nos llaman a Misa o la otra que nos da la hora; me refiero a esa plaza tan emblemática y sevillana, que era La Campana. Porque ya no es tan emblemática ni tan sevillana. Primero se llamó calle de Pasteleros, de los que queda solo uno y el nombre de Campana viene de la que avisaba a bomberos y vecinos de los incendios y que estaba en la nave que el ayuntamiento usaba como parque de bomberos.
Durante siete años pasaba por ella todo los días (de colegio) para llegar al de Villasís, que hace tiempo que dejó de existir. Veníamos los del barrio de El Porvenir, Juan Manuel Priego, Angelito Medina, Jonny Carranza, Manolo Luca de Tena, Manolo Bustamante y algunas niñas del Colegio de El Valle, generalmente en el mismo amarillo tranvía que nos dejaba en la entonces Plaza de la Falange Española, aunque le llamaramos todos de San Francisco, delante del Banco de España. Recorríamos en grupo toda la calle Sierpes y al pasar por la Confitería (que ya había cumplido los 50 año de los 130 que tiene), de nuestro compañero Antonio Hernandez, mirábamos los escaparates con apetitosos pasteles, bombones y esos nazarenos, de todas las cofradías que escondían caramelos bajo las únicas.
El acera de enfrente había una zapatería, cuyo nombre no puedo acordarme y en la misma acera, en dirección a la Plaza del Duque, había una gran tienda de juguetes, El Bazar, en la que trabajaba una prima de mi madre y a la que yo acompañaba a mi padre a comprar los regalos de Reyes para mis hermano menores. Junto estaban el Bar de Pepe Pinto, la sombrerería de Padilla Crespo y las fotos de Serrano o Arellano, que no recuerdo bien. En la esquina con O'Donnell, la Farmacia y en la otra los almacenes La Importadora, de los argentinos Hermanos Forcada. Un recuerdo a los descendientes del gran Roberto. También estaban los bares Riviera, Tropical y el Café de París. Y como emblema principal, el Kiosko de Curro.
Todo esto ha desaparecido. La avalancha de lo moderno que nos hacen olvidar lo nuestro. McDonald y Burger King, codo con codo, copando la venta de los "fast foods", léase hamburguesas. Solo queda la Confitería, espero que por mucho tiempo, y el kiosko que ya no tiene a Curro, a quien los lunes, solo con verle la cara, sabíamos cómo había quedado el Betis.
Ahora paso muy poco por La Campana, solo si dejo el coche en el Corte Inglés, cada vez menos, porque aquello está intransitable. Entre veladores, contenedores, puestecitos de incienso, bicicletas (aparcadas y rodando), turistas con mochilas y jóvenes en camiseta mirando al teléfono móvil, hay que andar con mucho cuidado y haciendo eses como borrachos para no tropezar con algún despistado.
Cosas de vida moderna a las que los mayores tenemos que acostumbrarnos, quieras o no quieras porque como me contestó un mozalbete deslenguado hace unos días, por llamarle la atención al cruzarse delante de una señora: "Eso es lo que hay". Mi amigo Gracián, que también es poeta, aunque sea copiando de otros, dice: "Sevilla ya no es mi Sevilla/ que es una ciudad cualquiera/ como cualquiera que pillas/ en tus viajes por fuera". Y es verdad. ¿Ha visto usted alguna ciudad del mundo donde no haya un McDonald? Pues dígamelo, porque yo no la he visto.