miércoles, 2 de noviembre de 2016

OTRO PUENTE

El puente que es hoy, entre la fiesta de ayer y la de mañana, me lo he tomado yo, que no tengo que rendir mi trabajo a ningún empresario, sino a mi mismo. Así que hoy me olvido de la política y mañana será otro día. Y usted dirá: ¿Qué fiesta es mañana?. Pues para mi y para España entera, el día que el Presidente anunciará el nuevo Gobierno. ¿Le parece poco lo que significa tener por fin un Gobierno funcionando, después de 319 días de un Gobierno "en funciones"?. El tiempo dirá qué ha significado para España y las consecuencias, buenas o malas, que semejante impasse haya causado a nuestra economía.
Y ahora a otra cosa. Hoy es el Día de los Difuntos, fiesta cristiana para recordar aquellos seres queridos que todos hemo perdido, Ya sean abuelos, padres, esposos o esposas, hermanos e incluso hijos. Esto es una de esas cosas que nos unen a todos, Los cementerios estarán llenos de flores y familiares, más o menos dolidos, según el tiempo de la pérdida de los seres queridos y el grado de relación familiar que les unía. El tiempo es un paliativo para el dolor por la pérdida de los seres queridos, aunque nunca nos olvidemos de ellos.
Hace unos días ha salido en la prensa noticias sobre el uso, que se va extendiendo cada vez más, en guardar o deshacerse de las cenizas de nuestros familiares incinerados. La Iglesia no se opone a la incineración, pero si recomienda el debido respeto que les debemos, guardándolas en sitios sagrados, ya sean cementerios, columbarios o fosas en otros lugares. También que no se separen o se esparzan, como se viene haciendo en algunos casos, en lugares tan insólitos como rios, parques o jardines, así como en campo abierto.
Se han cometido tantos abusos que se pasan del más mínimo respeto debido, como el de aquel hijo, que según cuentan buenas lenguas, lleva al Benito Villamarín la urna con las cenizas de su padre a los partidos de su querido Betis. O esa hija que comentaba la sorpresa que se llevaría una familia comiendo en el Prado, si supieran que estaban sentados sobre las cenizas de su propia madre. Recuerdo en una visita a la Ermita de nuestra Patrona, que sentado en el poyete que rodea la encina emblemática, cogí un par de hermosas bellotas con la intención de comerlas. Manuel el ermitaño me dijo que no lo hiciera porque allí había cenizas de varios cadáveres incinerados. Me fijé entonces que, en efecto, entre las hojas y las bellotas caídas se veían las cenizas. Parecía aquello como los rincones de los corrales donde se tiraban diariamente las cenizas de los braseros, entre las que se veían trocitos de cisco quemado. Solo que en ese caso eran trocitos de huesos sin quemar.
Quizás fuera buena idea que se construyera un columbario en el cementerio nuevo, o bien en la Iglesia Parroquial o las Ermitas para que se pudieran guardar debidamente las cenizas. En el Reino Unido, no se si en España también, los crematorios tienen siempre un jardín donde se pueden enterrar las cenizas y poner un pequeño azulejo con una cruz cristiana, una estrella judía, una media luna musulmana o simplemente con el  nombre de la persona y la fecha. Allí estarán hasta la eternidad, porque las guardadas en casa tienen fecha de caducidad y no sabemos el destino. Mientras sean los descendientes próximos posiblemente las mantendrán, pero piensen en qué puede pasar al cabo de varias generaciones.
Lo mejor que se puede hacer por todos los difuntos es dejarlos descansar en paz. Q.E.P.D., E.P.D., D.E.P., o R.I.P.