domingo, 23 de octubre de 2016

LA BENEMÉRITA

Así se llamaba a la Guardia Civil, (que en estos últimos días ha estado en las noticias por dos hechos totalmente discordantes), desde que hace 87 años, en Octubre de 1929, cuando el Gobierno le concedió la Gran Cruz de la Orden Civil de Beneficencia. Había sido creada en 1844 por el Mariscal Francisco Girón, II Duque de Ahumada, para defender a los viajantes de los asaltos de ladrones y bandoleros que operaban en las carreteras, después de la Guerra de Independencia, bajo el reinado de Isabel II. 
Al cabo de casi doscientos años se ha convertido en un cuerpo de élite dentro de la organización de Cuerpos y Fuerzas de la Seguridad del Estado, disponiendo de los mejores y más modernos equipos y medios para luchar en defensa de los ciudadanos. Por supuesto sin olvidar su inicial cometido de vigilar los caminos, aunque estos sean ahora carreteras y autopistas por las que se circula en coches. Su vigilancia consiste, no ya en posibles asaltos de modernos bandoleros, (que también los hay), sino del posible daño que podamos hacernos unos a otros, si no conducimos como es debido, carecemos de los necesarios documentos y permisos o hemos tomado una copa de más.
Recuerdo con mucha frecuencia la primer y único test de alcoholemia al que tuve que someterme. Hace de esto la friolera de cuarenta y cuatro años. En España no existía ese control y en el Reino Unido estaba en sus comienzos. Volvía de la cena anual de los Importadores de Frutas para el personal del Mercado de Covent Garden, que comenzaba a la siete de la tarde y eran las dos de la mañana cuando me pararon en el centro de Londres. No estaba lo que se dice borracho, mi buen amigo el Chispa certificó a Patricia, que nunca me había visto borracho, si acaso, algo alegre. Pero esa noche había tenido bastante tiempo para pasarme el límite, que en aquellos año no era tan extricto. Lo pasé. Tampoco los aparatos eran tan exactos y solo me amonestaron con un: "Está usted en el límite, no tome ni una copa más". Me sirvió el aviso y desde entonces tengo mucho cuidado y hasta he llegado a beber cerveza sin alcohol.
Otra vez, ya en España, me paró la Guardia Civil simplemente para pedirme la documentación. Cuando el agente vio el nombre en el carné de conducir, me pregunto si era descendiente del fundador del cuerpo. Me llenó de orgullo y estuve a punto de decirle que si. Pero me acordé de aquello que me enseñaron. De que al confesor, al juez, al médico y al abogado hay que decirles la verdad. Pensé que también a los agentes de seguridad y le dije que no. Según mi hermano, que sabe de esto, el apellido Girón no viene del Duque de Ahumada, sino del hermano segundón (es decir, pobre) del primer duque de Osuna, Pedro Téllez-Girón, título concedido por el Rey Felipe II en 1562, cuando ya era Conde de Ureña y VI Señor de Osuna. Como era común en aquello tiempos, los títulos, las tierras y el dinero pasaban a los primogénitos y el resto de los hermanos tenían que "buscarse las habichuelas". Lo que no sabemos es si el hermano pobre del Duque se vino por la Sierra de Huelva a comprar cerdos ibéricos o a guardarlos durante la montanera.
Las dos noticias discrepantes que mencionaban han sido comentadas "con división de opiniones en las redes antisociales". La primera la paliza que un montón de radicales abertzales, rojos, terroristas o simples hijos de puta, han propinado cobardemente a dos jóvenes Guardias Civiles y sus novias. Veremos cuantos de ellos pagan por semejante salvajada.
En el Reino Unido los jueces eran implacables con delitos contra los agentes del orden, que en caso de muerte, se le condenaban con la misma pena. La pena capital se abolió en 1969 en Gran Bretaña y se mantuvo (contra el terrorismo en el Norte de Irlanda) hasta 1973, manteniéndose en el Código Penal, para determinados delitos, hasta 1998. Entre ellos estaba el asesinato de un policía.
La segunda ha sido la inauguración de un monolito en la Plaza de la Concordia de Sevilla en reconocimiento a los guardias civiles que salvaron a Sevilla de la masacre que estuvo a punto de cometer el terrorista Henri Parot, cuando interceptaron a este con una furgoneta cargada con 300 kilos de explosivos, destinado al aparcamiento de El Corte Inglés del la Plaza de el Duque (otro Duque, en este caso de la Victoria). El etarra, detenido tras un duro tiroteo y después de herir a dos agentes, fue condenado a 4,800 años de prisión como consecuencia de 26 sentencias por un total de
82 asesinatos. Semejante "angelito" continua en prisión, lastima que no muriera en el tiroteo. de la que no debería salir más que "con los pies por delante". El cabo de 26 años, el Ayuntamiento de Sevilla ha tenido en buen acuerdo de dedicarles este monolito que les recordará siempre.
Espero que  nunca tengamos un Gobierno que decida quitar estos recuerdos, como se han quitado otros. La Historia, la buena y la mala, es nuestra Historia y merece un respeto.