lunes, 24 de marzo de 2014

EMIGRACIÓN / INMIGRACIÓN II

Sigo.
Después de aquel verano de la vuelta de mi hermana, me tocó a mi y el 19 octubre, a los treinta años y siete meses cogí un vuelo de Iberia Madrid- Londres y cambió mi vida. Todavía Iberia no tenía reactores en esa linea y era un avión turbo de hélices que tardaba unas tres horas. Eso si, el servicio, la comida y el trato de las azafatas era excelente. Siempre recordaré dos detalles: Me dieron el ABC (de Madrid) y una revista, cuyo nombre no recuerdo, y las dos publicaciones traían la información del accidente de un avión del vuelo Madrid-Sevilla, que se había estrellado, sin superviviente, contra la única colina algo elevada que hay entre Carmona y el aeropuerto de Sevilla. Había fotos impactantes. Para colmo, me di cuenta que ocupaba en asiento A de la fila 14 y para mi sorpresa me percaté de que la fila anterior era la 12. O sea, que la fila 13 no existía,  pero realmente yo estaba en la  trece. "Buen comienzo", me dije. Pero como los gitanos no quieren buenos principios y además yo nací en trece, me dije: "Olvida las supersticiones, que no pasa nada", Y no pasó.
Llegamos al aeropuerto de Heathrow ya de noche y no tuve problema con el control de llegada. Mi pasaporte decía que mi profesión era "industrial", yo trabajaba en la destilería de mi padre, esa que todavía persiste fabricando el excelente aguardiente Martes Santo, y tenía varias páginas selladas con entradas y salidas de Portugal, Marruecos y Francia de varios viajes de negocios o de placer. El oficial de control me preguntó el motivo y la duración de mi viaje y le contesté que iba a ver a unos clientes y no sabía cuanto tiempo iba a estar en el país. Sin más preguntas, los ingleses son muy amantes de los negocios, me selló una estancia de tres meses. Los tres meses se convirtieron en 34 años.
Uno de esos típicos taxis londinenses, me llevó a la ciudad y a mi requerimiento de "un hotel no muy caro y en el centro", me dejó en el Strand Palace a dos pasos de Trasfalgar Square. Para mi suerte me recibió una recepcionista de Gibraltar que me atedió en un perfecto andaluz y me ayudó a todas mis dudas. Me fui derecho a la cama después de pedir que me despertaran a la ocho con un desayuno "tipical english". Con la típica puntualidad inglesa llegó un camarero con una bandeja que contenía zumo de naranja, café, leche, tostadas, mantequilla, mermelada de naranjas de Sevilla, un plato con salchichas, bacon y huevos fritos y un bol con algo que parecían patatas fritas de pequeño tamaño y dulces. Era la primera vez que veía aquello y me las fui comiendo poco a poco  la vez que daba cuenta de los huevos y su acompañamiento .Después me enteré de que aquello eran los famosos y típicos cereales "corn flakes" y para eso era la leche y la cuchara. Mi primera catetada, por lo que me alegré de no haber estado en el comedor..
Después de desayuno, un buen baño y afeitado, empecé  telefonear a lo contactos que tenía de mi hermana: nuestra prima Encarna Jimenez, Pepita Seijo, hermana de mi buen amigo Juan, y Helen que había sustituido a mi hermana en casa de Lady Kell. Pepita tenía el día libre y nos citamos en un café cercano. Como experta veterana en Londres me recomendó buscar un  sitio barato donde vivir y me llevó a una casa que conocía donde arrendé una "bed sitter" para mudarme al día siguiente. Estaba en el corazón del barrio de Chelsea, cerca de la estación del metro y allí pasé unas semanas en la que me dió tiempo de conocer algo de Londres, registrarme en el Consulado y encontrarme con Encarna y Helen, mientras entre todas me buscaban trabajo.
Las autoridades solo concedían trabajo en hostelería, hospitales, colegios o servicio doméstico. Yo pensé que en hostelería, al menos se comería mejor y por ese sector comenzó la búsqueda.
El primer trabajo no tuvo éxito. Fue en un café-restaurante italiano sin licencia de bebidas, barato y cercano a la estación Victoria, donde todo se servía con "chips": huevos, pescados, salchichas, jamón de York...... todo con patatas fritas en una gran freidora con una grasa mal oliente, que no paraba en todo el día. Aquella noche no dormí. Me dieron una habitación justamente encima de la cocina y hasta la bombilla olía a la grasa de freír. A la mañana siguiente y antes de empezar a hacer desayunos, le dije a la encargada que con la cena y la cama me consideraba pagado por el trabajo de un día y me volví a la "bed sitter" donde tenía todas mis pertenencias.
El segundo si fue un éxito. Un amigo de Pepita Seijo, Gabriel y sevillano por más señas, fue a visitarla en su día libre y coincidimos en Londres.
Nos dijo que en el restaurante donde trabajaba lavando platos,  había habido un cambio total de personal, solo habían quedado él y un chino que también lavaba platos, y el nuevo director estaba buscando a alguien para la cocina. Me fui con él a Coockam, cercano a Maidenhead en el condado de Berkshire, habló con el director y este me ofreció el trabajo de limpiar los peroles y sartenes, además de mantener la cocina limpia y pelar patatas. Me acordé de la frase de Santa Teresa. Eso si, las patatas se pelaban en una máquina. El director, Mr. Bowlding, italiano con muchos años en el Reino Unido, me dijo que no me preocupara del permiso de trabajo, que el se encargaría de tramitarlo, que podía empezar aquella misma tarde y que podía vivir en en la casa destinada a los empleados. Nunca olvidaré esos dos años en el "Bel and the Dragon", que así se llamaba el restaurante, en un edificio típico ingles de más de quinientos años que pueden ver en la foto.
Allí hize mi carrera en hostelería y pasé de "kitchen porter". a "wine waiter" por todas las categorías intermedias. Fueron dos años de trabajo duro paro gratificante, pero contar todo sería como una autobiografía, que si Dios me da vida, quizás empiece a escribirla, aunque no creo que le interese a nadie. Pero fueron los dos primeros años de los otros treinta y dos que pasé en el Reino Unido.
Para dar testimonio del control que el Ministerio del Interior británico  lleva sobre los emigrante, solo me queda decir que estuve dos meses trabajando ilegalmente, porque el permiso, solicitado inmediatamente por Mr Bowlding no lo concedieron hasta el mismo día en que expiró mi permiso original de estancia por tres meses Fue por un año, que se renovó por otros tres y al cabo del total de cuatro, recibí una carta del Home Office concediéndome la residencia en el país y la libertad de trabajar y vivir con las mismas condiciones que cualquier británico con la excepción de votar o formar parte de un jurado. Me hizo feliz, porque ya estaba algo cansado de hostelería, a pesar de que ya era director de un restaurante de categoría, y me permitió encontrar un trabajo en una compañía de importación de frutas españolas y, por otra parte, no quería ser responsable de influir con mi voto en los gobiernos o enviar a la cárcel a un inocente.
Durante aquellos primeros años le tocó el turno a mi hermano Paco. Y esto va a ser la tercera historia de los cuatro emigrantes de apellido Girón.

       

martes, 18 de marzo de 2014

EMIGRACIÓN / INMIGRACIÓN

Mi amigo Gracián, que explica las cosas muy sencilla y acertadamente dice que emigrar es "irse a otro sitio" e inmigrar  "venir de otro sitio". España, que ha sido un país de emigrantes, dicen que cuando Neil Armstrong llegó a la Luna, encontró allí a un gallego, se ha convertido recientemente en un país de inmigración que no está causando verdaderos problemas. Y el PSOE, responsable, en tiempos de Zapatero, de abrir las puertas a todos, en vez de ayudar al Gobierno a solucionarlos o mitigarlos. ha montado un tinglado acusatorio al Gobierno, al Director de la Guardia Civil y al Subdelegado del Gobierno en Ceuta por la triste tragedia de hace unos  días. La muerte al menos de quince inmigrantes de una verdadera avalancha de centenares que intentaban entrar ilegalmente en territorio español. Muy doloroso y lamentable, pero que necesita urgente y necesaria cooperación del Gobierno Español, el Gobierno Marroquí y la Unión Europea, para terminar con esta sangría de los que buscan una vida mejor. Y que de ninguna manera debe ser usado por la oposición para desgastar al Gobierno. Claro que no se puede esperar otra cosa de los que usaron los 192 muertos y el millar de heridos del atentado de Atocha, para ganar las elecciones de 2004 y dejar que Zapatero arruinara España.
Yo mismo y tres de mis hermanos hemos sido emigrantes en la época de los cincuenta y sesentas del siglo pasado, cuando lo españoles nos íbamos al resto de Europa. Todos al Reino Unido. Mi hermana María Teresa fue la primera en 1959 en calidad de "Au pair", palabra francesa que no se traduce al español, pero que quiere decir "una chica que va a otro país a vivir en el seno de una familia, ayudando al ama de casa en ligeras tareas, como cuidar los niños, por una pequeña remuneración y tiempo libre para estudia el idioma". Mi hermana tenía amigas y familia que ya se habían marchado y decidió hacer lo mismo para aprender el inglés, que ya en aquello años se estaba haciendo imprescindible como segunda lengua. Entonces bastaba una simple carta de una familia británica ofreciendo el puesto para entrar legalmente en el país y permanecer seis meses renovables previa solicitud de la familia.
Así estuvo los primeros seis meses, cuidó dos niños, ayudó a la madre,  aprendió bastante inglés y vio un mundo nuevo. Volvió a España y unos meses más tarde marchó de nuevo a otra familia, en este caso no a cuidar los niños, sino a acompañar a una señora anciana. Ahí estuvo año y medio y terminó de aprender el idioma con una maestra excelente con un inglés perfecto que era Lady Kell.
Lady Kell a sus noventa años era una reliquia del Imperio Británico. Casada muy joven con un oficial del ejercito británico, Sir Bernard Kell, estuvo en China y sufrió la Guerra contra los "boxers", que duró 55 días en el verano de 1900 y que Samuel Bronston hizo famosa con su película "55 Días en Pekin" rodada en Madrid en 1963 con Ava Gadner y Charlton Heston y en la que, como reconocimiento a los soldados españoles que en ella intervinieron, se permitió incluir la bandera de España en uno de los batallones liberadores. En los actuales episodios de "Amar es para Siempre"  de Antena 3, estamos viendo como en el taller de Valeria se confeccionan los uniformes para la película.
En ese segundo viaje de mi hermana hubo un claro ejemplo de la eficiencia de la Policía Británica dependiente del Home Office, o Ministerio del Interior, con el control de los emigrante. Antes de los primeros seis meses del permiso inicial, Lady Kell solicitó la renovación del permiso que le fue concedida sin problema. Pero tres días más tarde de que el primero expirara, se presentó un policía para decirle a mi hermana que tenía que abandonar el país. Le enseñaron el nuevo permiso y resultó que debería haber ido a la comisaria para renovar también el registro obligatorio que la Policía llevaba de todos los permisos de extranjeros. El control en aquellos años era ya lo suficientemente estricto, que había que estar registrado en el Ministerio del Interior y en la Policía, que entregaba el libro verde, en forma de pasaporte con foto y todos los detalles relevantes del inmigrante, como dirección donde trabajaba y donde vivía, fecha de caducidad..... y que había que actualizar pos cualquier cambio en alguno de los detalles. No volvió a pasarle y allí estuvo un total de año y medio volviendo a casa en el verano de 1962. Conserva muy buenos recuerdos de aquella época y de las amigas con las que salía para conocer Londres y todas las atracciones, monumentos y museos de una ciudad tan importante. Mucha de ellas ya han fallecido, como Pepita Seijo, Concha Girón y Encarna Jimenez. Otra viene todos los veranos a Higuera, como María Jimenez y a otras les ha perdido el contacto.
Mi hermana venía tan contenta de lo que había visto y vivido y del conocimiento del idioma, que me animó a probar lo mismo y en el otoño de ese mismo año cogí una maleta y el avión a Londres. Pero esto es otra historia que merece capítulo aparte.
He retomado este artículo después de 24 días en el Hospital que el SAS tiene en Ríotinto y tres días más de poner las cosas en orden y de que mi mujer se encuentre mejor gracias a Dios y a los médicos y enfermeras que la han atendido con profesionalidad y cariño.
Así que ahí va y continuaré la historia.