Hace hoy ochenta años y todavía quedamos algunas y algunos (me permito esta nueva forma gramatical por respeto a las mujeres, que superan a los hombres en edad) que vivimos y recordamos aquello en nuestra personal memoria histórica. Ochenta años que las tropas nacionales al mando del Capitán Barrau, entraban en nuestro pueblo y nos liberaban de las hordas marxistas, salvando a los prisioneros retenidos en la Ermita de San Antonio.
He dicho "hordas marxistas", porque no era el ejército republicano contra el ejército sublevado, sino el ejército nacional contra las hordas descontroladas de comunistas, marxistas, activistas mineros de Nerva o Riotinto y quizás algunos del pueblo, que hacía solo cinco días antes, habían asaltado el Cuartel de la Guardia Civil y asesinado a un capitán, un cabo y cuatro guardias. Las mismas hordas, con monos, escopetas y fusiles arrebatados en los cuarteles, que mantenían prisioneros a veinticuatro paisanos por el simple hecho de ser propietarios, empresarios, comerciantes y sobre todo, por ser de derechas, incluyendo al cura párroco y al joven, casi niño, Pablo Rincón Cañizares, detenido cuando volvía a caballo, desde una finca de su padre. Ese día esperaban la llegada de un camión cargado de bidones de gasolina, para quemar la Iglesia parroquial, la ermita del Cristo del Rosario y la de San Antonio, con los prisioneros dentro.
Puede ser que nuestro Patrono San Sebastián, cuya imagen yacía en pedazos bajo el Puente de Los Cocederos, echara una providencial mano, al punto que cuando el camión que traía la gasolina por la carretera de La Granada llegó al cruce del puente y la carretera de Sevilla, las tropas de requetés y regulares se habían anticipado. Así se salvaron nuestra Iglesia, las Ermitas y los más de 20 prisioneros civiles.
Que yo sepa, hubo once víctimas, tres de nuestros habitantes, dejando ocho que serian milicianos y soldados. El primero en caer fue Antonio Ramirez, prisionero en San Antonio, que al ver la llegada de las tropas libertadoras y junto con mi padre, abrieron la puerta y los regulares a quienes les estaban tiroteando desde el tejado, les dispararon una ráfaga de tiros que acabó con la vida del primero y no llegó a tocar al segundo. Algo más tarde y seguida de la explosión de una bomba en la calle Larga y la huída de algunos por la calleja que iba a la Cuz de la Vega. un vigilante disparó a los que corrían, con la mala suerte de alcanzar a una mujer, Rafaela Pérez conocida como "La Morona), que murió en el acto y herir a su hija de pocos años, que murió antes de llegar al hospital de Sevilla al que la llevaban. Estas tres víctimas pueden ser las tres "de derecha" que aparecen en una de las muchas listas, más o menos creíbles de la época y años posteriores. La misma lista recoge el número de víctimas "de izquierdas" como 41. y el número de habitantes del pueblo de 2141. Estos números parecen algo exagerados, a menos que cuenten los ocho que mencionan la crónica mencionada y los ajusticiados de otros pueblos, incluyendo las "25 rosas de Zufre", que tampoco se si fueron 17, 25 o 27, como dicen otras crónicas, cuyos restos mortales yacen en nuestro viejo cementerio y actualmente parece que hay intenciones de exhumar.
Lo que si recuerdo como si fuera ayer es la alegría de mi madre al ver sano y salvo a su marido y la cara de susto al verle la camisa con manchas de sangre, que resultaron ser de su buen amigo Antonio. También como veíamos a los moros con sus chilabas y turbantes, sentados en la aceras de la calle Virgen del Prado, descansando y comiendo. Yo entonces no sabía que su religión les prohíbe comer carne de cerdo, por lo que supongo que no serían muy buenos musulmanes, porque dejaron en la calle varios huesos de jamón y muy limpios de carne.
Supongo que esto no le gustará a algunos de mis lectores, pero es mi propia experiencia de los horrores que ambos bandos cometieron en una sangrienta guerra civil entre hermanos y que se dio por superada en la Transición. Tanto la derecha como la izquierda aceptaron olvidar los rencores, los odios y las revanchas y los políticos dieron un ejemplo de civismo democrático que fue admirado internacionalmente. Desgraciadamente la era de Zapatero abrió la caja de los truenos y con la disculpa de su abuelo, militar condenado a muerte por un un Consejo de Guerra, se declaró "rojo" y nos llevó otra vez al pasado.
Hoy precisamente se celebra en el Barrio de San Antonio, la tradicional Sangría que todos los años nos une a todos los higuerenses, como nos une la Cabalgata, nuestras Romerías y nuestras tradiciones en general, incluyendo las denominaciones de la gente de arriba y las de abajo o de las Provincias y el Barrio. ¿Vamos a consentir que los políticos vuelvan a separarnos?.
Así contaba el diario Odiel la conmemoración del primer aniversario de lo que cuento. Mañana Huelva Información seguramente hablará de nuestra Sangría. Pero es bueno saber lo que pasó para que nunca más vuelva a pasar.
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