miércoles, 17 de abril de 2019

PREGON EN LONDRES IV

LA MACARENA
Quién hizo la Macarena? ¡Qué artista la talló?
Ninguno. A la Macarena no lo hizo ningún hombre. La hizo Sevilla. Y fue así:
La Virgen lloraba inconsolable la Pasión de Jesucristo. Las lágrimas no se daban vez a salir de sus ojo cuajados. Y Ella estaba así, con su pañuelo blanco en la mano y su boca entreabierta llorando, llorando...
Era la Virgen de los Dolores. La que llora en todas la iglesias del mundo. Y Sevilla la  vio y le dolió el alma, y se le saltaron las lágrimas y la quiso consolar. Se acercó a Ella, la miró y viéndola llorar tan bonita, por consolarla le echó un piropo; un piropo con lágrimas.
       ¡Olé las mujeres bonitas!
Y la Virgen al oírlo, levantó los ojos y sonrió. Y, ¡apareció la Macarena!
Lloraba y reía al mismo tiempo. Su rostro era un joyero de lágrimas y sobre ellas, la flor impalpable de una sonrisa.
Seguía con su pañuelito blanco de encajes en sus manos, seguía con el nudo en la garganta, seguía con la boquita abierta en donde se quedó quebrado un suspiro... pero quedó con la sonrisa inefable en su cara de niña dolorida.
Y no era la Virgen de lo Dolores. Era otra cosa completamente distinta. Única en el mundo. ¡Era la Macarena!
La única Virgen que  ríe y llora al mismo tiempo. La que llora por su Hijo y la que sonríe por el piropo amoroso de Sevilla.
Y por eso se llama Esperanza que es la cosa más bella que hay en el mundo. Lo que consuela al que llora y lo que alienta al que ríe.

Para que pueda rimar
con tu nombre, Macarena,
 tengo una palabra: "pena"
amarga como la mar, 
y tengo el dulce cantar, 
de un arcángel "gratia plena",
para que pueda rimar
con tu nombre, Macarena...
La pena con tu dolor, 
que eres Madre Dolorosa,
y la gracia, por ser rosa 
del amor.
Y  uniendo gracia con pena
va el broche de tu sonrisa...
Ya está la rima precisa 
de tu nombre, Macarena,

PREGON EN LONDRES III

Y delante va el Cristo...
Y en Sevilla hay muchos. Desde el que va a lomos de La Borriquita, en Su Triunfal Entrada en Jerusalén, que hoy ha salido de la Iglesia del Salvador, hasta El Yacente en su dorada urna que el Sábado Santo cierra el ciclo de la Pasión. Y entre ellos están el de la Victoria, el de Pasión, el Gran Poder, el del Silencio, el Cachorro, el de la Sentencia, el del Amor...
Y el de la Buena Muerte, Crucificado que pasa por la calle Placentines a su salida de la Catedral y hace al poeta escribir:

La calle de Placentines. 
estrecha y larga, parece 
que la rasgó una saeta
con su punta fina y breve.
Es como un gemido agudo,
que se enrosca entre paredes.
De noche es un cauce negro
y hondo con luces dolientes,
de día es un río blanco
llena el agua de claveles.
La calle de Placentines
Noche del Martes... ya viene
el Cristo que va dormido, 
Cristo de la Buena Muerte.
¡Que se metan los balcones
y abran paso las paredes, 
que no va a caber el Cristo,
y entre esas tinieblas crueles, 
da miedo que en los herrajes
las manos muertas se enreden
y el Cristo que va dormido  
_de amores, me lo despierten
-vía láctea- para verle.
La calle de Placentines, 
¡que se abran más las paredes!
¡que trae los brazos abiertos
el Cristo y pasar no puede!
En una franja del cielo
-terciopelo negro y breve-
se amontonan las estrellas
-vía láctea-para verle
Y los balcones le alargan
los tiestos de sus claveles,
para que toquen sus manos
y en sangre teñidos queden..
¡Tu sangre claveles pinta, 
Cristo de la Buena Muerte;
vas como la Primavera,
cuanto te toca florece!
Los cirios copian al Cristo
pintándolo en las paredes, 
crucificándolo en todas,
las casas, negro y tremente...
Cristo entre oscilar de llamas
que le amenguan y le crecen.
Al sentirlo en si, se erizan
y palpitan las paredes
y va pasando el Señor
-Cristo de la Buena Muerte-
muriendo en todas las casas,
salvando a todas las gentes, 
besando la cal del muro, 
dando sangre a los claveles
y midiendo con sus  brazos
las calle entre las paredes...
La calle de Placentines,
estrecha y larga...¡qué suerte,
tiene la anchura del Cristo,
Cristo de la Buena Muerte!