Hoy nos han dado los telediarios, con amplia información, la triste noticia del fallecimiento de dos excepcionales mujeres: Margaret Thatcher y Sara Montiel. Tuve el honor de saludar por dos veces a la primera y de disfrutar de las películas de la segunda.
De la segunda poco puedo decir que no se sepa. Aparte de su belleza, de su simpatía, de su independencia, de sus amores (españoles y extranjeros) y de su servicio a la patria cuando fue embajadora de Franco a Rumanía a conseguir madera ya que en España "no teníamos ni para hacer una silla", sus dotes como actriz, sus canciones y todas sus actuaciones en teatro y televisión, creo que fue el sueño, más o menos erótico, de varias generaciones de españoles. ¡Que Dios la tenga en su Gloria!.
De la primera me siento muy orgulloso de haber tenido la ocasión de conocer su vida pública durante sus años como Primera Ministra de Reino Unido y de poder saludarla personalmente en dos ocasiones. Una antes y otra después, cuando era Ministra de Educación en el gobierno de Edward Heath y cuando era expresidenta en el gobierno de John Mayor. Como durante dos o tres días los medios de comunicación contarán su vida, (pública y privada) no quiero extenderme aunque podría llenar páginas y páginas con información tomada de los dos tomos de su autobiografía que guardo en mi biblioteca: "The Path to Power" y "The Downing Street Year". El primero su juventud y el camino hasta el poder y el segundo sus once años y pico en la residencia oficial desde donde sorprendió al mundo y sacó al Reino Unido de una de las peores crisis de su historia.
Me voy a limitar a contar nuestros dos encuentros: El matrimonio Juan y Chelo nos invitaron una vez a la cena baile que los clubes de Londres solían organizar todos los años para sus socios e invitados. Juan era socio del North Finchley Golf Club del que también lo era Denis Thatcher, el marido de la entonces joven Secretary of State (Ministra) for Education. La directiva del club invitó al matrimonio, como invitados de honor, a compartir la presidencia con el Presidente y el Capitán de Club y sus respectivas esposas. En la mesa de Juan estábamos Paco y Berta y Pat y yo. A la hora del café y con una botella de coñac por delante, empezamos a debatir si éramos capaces de sacar a bailar, con permiso de nuestras respectivas, a las tres damas de la mesa presidencial. Acordamos sortearlas y a Juan le tocó la señora del Presidente, a Paco la Ministra y a mi la señora del Capitán. No salí mala parado porque era la más joven y con el escote más generoso. Después del baile y al acompañarlas, a su mesa tuvimos ocasión de charlar unos minutos.
Años más tarde, creo que fue en el 95, siendo ya presidente de la Gestora del Partido Popular, acudí a una de la reuniones del partido que celebrábamos en el Club Español de Londres y me encontré que estaba entrando bastante gente a las que recibía Michael Portillo, entonces Ministro de Defensa, a quien conocía desde hacía algún tiempo y con el que mantenía cierta amistad por la política y por el hecho de ser de padre español. Estaba celebrando su 42 cumpleaños y había escogido el Club que conocía y frecuentaba. Estando hablando en él, entró el matrimonio Tatcher y Michael me presentó mencionando mi cargo. Les recordé que ya nos habíamos conocido en una cena del Club de Golf y Margaret Thatcher dijo enseguida:¡Oh, uno de los españoles del baile que me pidieron que promoviera el idioma español en las escuelas!. Me quedé admirado de que al cabo de más de doce épicos y turbulentos años y después de lo que conlleva ser Primer Ministro de una nación como el Reino Unido, pudiera acordarse de lo que le habíamos pedido en defensa de nuestro idioma que en aquellos tiempos estaba en el sistema educativo británico por detrás del francés, del alemán y del italiano. Creo que ahora ha pasado a los dos últimos y está a la par con el francés. ¡Rest in Peace!.