miércoles, 23 de noviembre de 2016

FÚTBOL CON VIOLENCIA

Tenía yo diez años cuando empecé el Bachillerato del Plan 1939 en el Colegio de Villasís y me fuí a Sevilla al chalet que mi abuela materna tenía en el barrio de El Porvenir. Estaba muy cerca del antiguo campo del Betis, que también fué frontón de pelota vasca, después cochera de autobuses urbanos y ahora no se lo que es. Desde allí se oían los Gooooool, cuando marcaba el equipo local y las protestas cuando era el visitante. Recuerdo oír un día, que en un encuentro Betis-Sevilla, un espectador saltó al campo y le asentó una puñalada el jugador del Sevilla que marcó el gol que le dió la victoria. El Padre Alarcón S. J.,  que era el Perfecto del Colegio, bético acérrimo, al punto de que los lunes ante de entrar en el Colegio, nos enterábamos de cómo había quedado el Betis, para saber lo que nos esperaba de su carácter autoritario, que según el resultado pasaba de amigable a duro, nos confirmó, que esa barbaridad había sido cierta y que gracias a Dios no había sido muy grave.
Años más tarde, un equipo de fútbol, del que solo quedamos vivos Antonio Ramirez y yo, y cuya foto habrán podido ver en la "Exposición Higuera 100", fuimos a jugar a Aracena y ganamos el partido. No hubo sangre, pero nos despidieron a pedradas.
Ayer fue un ultra del Sevilla el que propinó dos puñaladas a un italiano, no en el campo del Sevilla, sino cuando estaba comiendo en un restaurante de Triana. Con el agravante de que todavía no había ganado el Juventus por 1-3. Espero que una vez identificado el agresor y sus secuaces, sean castigados duramente y no se les permita la entrada a ningún campo de fútbol.
Contra la violencia, como contra el terrorismo hay que luchar con todo el peso de la Ley y con toda la contundencia que esta permita, En mis años en el Reino Unido,  no se andaban con remilgos ni mucho menos. La Policía a pié y a caballos vigilaba los estadios y sus alrededores antes y después de los encuentros y usaban sus largos vergajos con contundencia muy efectiva. En treinta y cuatro años solo fuí al "football" una vez y ví perder a España contra Inglaterra en el estadio de Wembley. Pasé tanto frío que no volví más.  Pero recuerdo haber visto en televisión cómo la "brigada pesada de caballería" de la Policía Metropolitana atacaba a los invasores de un terreno con sus largos vergajos y sus grandes caballos, hasta el punto de que los invasores tuvieron que refugiarse en las porterías donde, por su tremendo tamaño, no podían entrar los caballos. La invasión duro solo unos minutos-
Ya parece que en España también se toman precauciones con vigilantes de seguridad, policías a pié, a caballo y de paisano y hasta con helicópteros sobrevolando los alrededores de los estadios en partidos de alto riesgo. Pero todo esto no vale, cuando el problema es en otro extremo de la ciudad.
Quizá tengamos que llegar al extremo de que la policía detenga a los violentos ultras ya identificados, el día antes de los partidos y los suelten el día después. Eso no es nuevo y evita muchos conflictos. Conocí a Londres a un español que había sido piloto del ejército del aire en la Guerra Civil porque le había cogido la guerra en zona republicana. Se pasó a Francia, de allí a Inglaterra, las pasó canutas, se casó con una judía y se nacionalizó británico. Cuando comprobó que no tenía cargos en su contra comenzó a tener contactos con España y montó una oficina de importación de frutas. Tenía su oficina en el mismo edificio que en la yo trabajaba y frecuentemente coincidíamos en el Spaguetti House o en el pub de la esquina a la hora de comer. Me contó un día ya lejano que en un viaje de negocios a España, estando en un hotel de Madrid con su señora, recibió la visita de la Brigada Social, cuando preparaban las maletas, ya que volvían a Londres la mañana siguiente. Le preguntaron si se marchaba y así lo confirmó mostrando los tickets que tenía en la mesilla de noche. Le dijeron que perdonara las molestias e iban a marcharse cuando mi amigo les dijo que había venido a España muchas veces y era la primera vez que la Policía le había controlado. Le confesaron que había anunciada una manifestación en Madrid para el 1 de Mayo, que no estaba autorizada y la policía tenía órdenes de comprobar a todo los "fichados políticos", especialmente a aquellos que vivían fuera de España y habían regresado en aquello días con intenciones de participar en la política manifestación y actuar contra el Gobierno. A mi amigo le pareció una acertada medida en prevención de desordenes.
Si esto se podía hacer en los años sesenta, me supongo que con los medios actuales,  no sería nada de difícil "invitar" a los "fichados ultras deportivos" a pasar unas horas en comisaría los días de fútbol de riesgo.