Hoy se inaugura la VIII Bienal de Imaginería "Sebastián Santos Rojas". Sus hijos Sebastián y Pilar y su nieto Víctor estarán en este acto y nadie mejor que ellos para hablarnos de su padre y abuelo. Yo le conocí desde muy pequeño. poco después de la Guerra, cuando estaba esculpiendo el magnífico San Sebastián que preside el altar mayor de nuestra parroquia. Fui con mi padre a su estudio en Sevilla y allí le encontramos transportando a la madera el cuerpo de un gitano que había escogido como modelo. Fue una visita muy rápida, mi padre solo había querido saludarle y ver como nuestro patrono iba cogiendo forma. Yo salí admirado de que con gubias, formones, un martillo y mucho arte se pudieran esculpir semejantes maravillas. También por haber visto por primera vez el estudio de un escultor, lleno de obras terminadas, sin terminar o en bocetos.
No voy a contar nada de la vida de Sebastián, tanto humana como profesional, porque todo en mi pueblo sabemos de él muchas cosas y creo que dentro de un rato, sabremos muchas más y de muy buena tinta. Después seguiré.
Acabo de volver de la inauguración y continuo con lo que quería contar de Sebastián. Todo lo que yo no sabía de él, y era bastante, lo he oído de sus hijos Pilar y Sebastián ,a si como de su nieto Víctor, que siguen su trayectoría.
Había en casa de mis padres un San Rafael sobre una repisa en la sala. Sebastián decía que era una bonita talla pero que con aquel acabado, parecía un fraile benedictino y que además estaba algo bizco. Allá por los años cincuentas, no pudo resistir la tentación de decirle a mi padre que se lo llevaba para restaurarlo porque era un sinsentido tener una buena talla y un mal acabado. Yo marché a Inglaterra en el 62 y Sebastián seguía restaurando San Rafael. Algún tiempo más tarde y después de la muerte de mi padre en el 63, Sebastián se presentó a llevarle a mi madre la imagen restaurada. No quiso cobrar un céntimo: y un restaurado, yo diría nuevo, San Rafael pasó de Higuera a Sevilla.
Yo me casé en Inglaterra en 1964, nuestro hijo nació en el 65, apadrinado por mi madre, que se aventuró a volar sola por primera vez en su vida, y dos años más tarde vino mi esposa a Sevilla con nuestro hijo, ya que yo acababa de empezar un nuevo trabajo y no tenía derecho a vacaciones. Mi madre se empeñó en que se llevara a San Rafael de vuelta con ella. En una bolsa del tamaño apropiado y rellena de papeles y algodones, San Rafael voló a Inglaterra; los Arcángeles tienen alas, pero este fue en Iberia. En aquellos años los controles de aduanas eran muy severos y le preguntaron a mi esposa qué llevaba en la bolsa. Al contestar: "San Rafael", el inspector le miró con cara de incrédulo y le hizo abrirla. Su sorpresa fue mayúscula y gracias a que no era uno de esos inspectores pakistanies o asiáticos que hay ahora, le dejó pasar sin problema. Pero el pobre de San Rafael, con tanto ajetreo y sin haberla utilizado para nada, se rompió un ala. Bueno, solo la espiga que entra en el hombro que quedó perfecta con un buen pegamento. Allí, en un país que también es cristianos, pero donde no existen muchas imágenes y menos de Santos, pasó el nuestro casi treinta años, para volver otra vez a Higuera y presidir el salón de nuestra casa.
La siguiente vez que vinimos ya los tres de vacaciones, pasamos unos día en Higuera y fuimos a visitar a Sebastián a su casa donde nos enseñó su estudio y le regaló a mi esposa una Pastora pequeñita y un Niño Jesús en miniatura, que guardamos con todo el cariño que se merecen. Fue la última vez que vi a Sebastián. Aunque veníamos en verano, ya con la familia aumentada con nuestra hija, no coincidíamos ni en Higuera ni en Sevilla y en 1977 se nos fue al cielo a reunirse con los Cristos, las Vírgenes y los Santos que habían salido de sus maravillosa manos.
No se perderá su memoria. Sus hijos han seguido su trayectoría, sus imágenes están ahí y esperamos que nuestro Ayuntamiento, sea del color que sea, continúe convocando la Bienal que lleva su nombre.