Hace una semana comentaba la pitada, bien organizada de vascos y catalanes, a la Marcha Real, Marcha de Granaderos o Himno Nacional, en el Camp Nou en la final de la Copa del Rey. He recibido algunos comentarios de amigos catalanes, que primero son españoles y segundo catalanes, confirmando que eso fue cosa de separatistas e independentistas, pero no de la mayoría que se siente española.
Hoy, ABC digital publica con el titular "Pitar al Himno: de la barra libre en España a la cárcel en otros países", una relación de cómo se trata el respeto a los símbolos en trece países diferentes. Merece la pena verlo y que cada uno saque sus consecuencias.
En España se amenaza con una sanción y se está tratando de endurecer la ley ya que está convirtiendo en una muy mala costumbre, que se debe cortar antes de que llegue a mayores.
En China hay unas normas muy estrictas con respecto al himno y no se permite que se use en bodas, funerales y otros eventos lúdicos. Pero como consecuencia del autoritario régimen comunista, todas las mañanas se iza la bandera en las escuelas a los acordes del himno.
En el Reino Unido se le tiene un gran respeto a la National Anthem, que es un canto exaltando al Rey, en este caso a la Reina. Pero sin embargo, galeses y escoceses suelen abuchearlo cuando se enfrentan a Inglaterra en competiciones deportivas. Pero no pasa nada. Ellos tienen su propio himno, pero Inglaterra no, por lo que usan el "God save the queen", que es el himno del Reino Unido. En el resto de ocasiones, todos lo respetan.
En Venezuela lo tocan "hasta en la sopa", por la mañana, por la tarde, en la radio y en el programa "Contacto con Maduro". Nadie se atreve a ofenderlo porque se expone a una multa de 100 a 1,000 bolívares y posible arresto.
En Rusia es impensable que alguien pueda pitar el himno y no se conocen casos, pero podría llevar sanciones de hasta 200,000 rublos, aunque no se contempla pena de cárcel como ocurriría por ultraje a la bandera.
En Alemania hay una tercera estrofa que está protegida por el Código Penal, cuyo artículo 90, establece penas de tres a cinco años de cárcel y multas por agravios a lo signos nacionales.
En Francia todos los partidos políticos son unánimes en reconocer que no cabe atacar el himno. Ha habido ciertos conatos de algunos inmigrantes mal integrados y las leyes contemplan multas desde 3,500 a 45,000 €, por ultraje o injurias a lo signos nacionales como el himno la bandera.
En Argentina el himno va vinculado al orgullo por la identidad y no debe haber un argentino que no sepa la letra y la cante en muchas ocasiones. A ningún argentino le pasaría por la cabeza, abuchear o pitar el himno, que además estaría castigado con prisión de uno a cuatro años.
Es Estados Unidos de América s inconcebible que se pueda pitar el himno o ultrajar la bandera y existe un código de conducta de como hay que hacer cuando suena el himno: levantarse, quitarse el sombrero. llevar la mano derecha al pecho y mirar hacia la bandera. ¿Recuerdan a Zapatero sentado en el desfile?. Cosa que Rubalcaba y Camacho ignoraban o no acataban como pueden ver en la foto de arriba.
En Italia se establecen multas de 1,000 a 5,000 € por desprecio o vilipendio de cualquier símbolo nacional, que aumenta de 5,000 a 10,000 €, si la ofensa se comete en un acto público o ceremonia oficial.
En Portugal se establece hasta dos años de cárcel por ofensas al himno y se respeta de pie, descubierto y con atención, desde que en la plaza de toros de Sintra, el público pidió que lo tocaran en presencia del Rey Don Carlos en 1890.
En Grecia nunca se han registrado pitadas, pero el Código Penal establece hasta dos años de prisión y multa por insultos a la identidad nacional.
Hasta en África se respetan los símbolos y todos los países tienen normas establecidas de distinta índole, pero también se respetan los símbolos como pueden ver en la siguiente foto en Ghana.
Cuando volví del Reino Unido en Mayo de 1996, la primera procesión a la que asistí fue la de la Virgen del Prado el día de su fiesta. Como siempre la banda tocó el himno nacional a la salida. Recordando los años sesenta del pasado siglo, me puse firme, pero sin levantar el brazo como se hacía entonces. Pude darme cuenta que, desde el señor alcalde hasta el último mono que había en la plaza, nadie prestaba la más mínima atención. Cada uno a lo suyo, moviéndose, charlando, sacado fotos, algunos sentados y otros con gorra o sombrero. Solo la cigüeña en lo alto de la torre y yo estábamos en posición de firme. Los dos seguimos haciéndolo al cabo de los años. Seguiremos haciéndolo. Las cigüeñas y yo somos animales de tradiciones ancestrales.