jueves, 22 de mayo de 2014

EMIGRACIÓN / INMIGRACIÓN IV

 
He dejado para el último a mi hermano Marcos, que emigró después del fallido intento de Paco. Marcos, que ya no está con nosotros, llegó al Reino Unido con su esposa Prado después  de contraer matrimonio, como en viaje de novios, cuando lo tradicional era "la luna de miel en Mallorca" y con todos sus papeles en regla en el verano de 1964. 
Empezaron a trabajar en el Thames Hotel de Maidenhead, él de camarero en el comedor y ella de camarera de habitaciones. con acomodación en un cercano apartamento al otro lado del río. Yo trabajaba y vivía en un restaurante cercano, también a orillas del río llamado The Waterside Inn en Bray. En octubre de aquel año me casé con Patricia y mi hermano fue "the best man".
En el Reino Unido "el mejor hombre" (amigo o familiar) compaña al novio mientras la novia es acompañada por su padre, que es quien la entrega al futuro marido.
En abril de 1965 nació mi sobrina María del Prado y en agosto mi hijo Rafael. Pasamos dos años más con la alegría de estar dos parejas unidad con dos niños que crecían juntos. Hasta que yo recibí mi permiso de estancia como residente en el país y encontré trabajo en una compañía española de importación de frutas y nos fuimos a vivir a Londres en el famoso barrio de Wimbledon. Siempre recordaré ver a Manolo Santana perder el primer partido del año siguiente a ganar dicho campeonato. Todos los domingos íbamos a Maidenhead a ver a la familia y algunos amigos, pero después de un año, cansado del tren y del metro hasta el centro de Londres, dejando a Patricia y a nuestro hijo en un lugar donde no conocíamos a nadie todo el día solos, arrendamos una casa allí, cercana a la autopista que llevaba a Londres, ya que le habíamos cogido cariño a la bonita ciudad. 
Prado se vino a España para tener a su segundo hijo y ya no volvió.  Mi hermano vino al nacimiento y volvió al Reino Unido por un corto periodo, hasta que encontró un trabajo en Sevilla donde pasó el resto de su vida.
Creo que con estas cuatro historias queda bien claro que las leyes de inmigración en el Reino Unido se cumplen, como debe ser, y que los extranjeros que así lo hacen pueden vivir en el país por el resto de sus vidas.