Se celebra hoy el Día de Andalucía y no quiero que pase sin dedicar mi pequeño homenaje al Padre de la Patria Andaluza, Blas Infante Perez de Vargas, fusilado el 11 de agosto de 1936, por el terrible crimen de "significarse como propagandista de un partido andalucista o regionalista andaluz".
En el verano de 1952, conocí a su hijo Luis en unas curiosas circunstancias que nunca olvidaré. Estaba yo haciendo el servicio militar en Tablada y vivía en la casa de mi abuela en el barrio de El Porvenir. Como estaba destinado, como ayudante de meteorología, al Aeropuerto de San Pablo y hacíamos turnos de ocho horas, tenía bastante tiempo libre para reunirme con una pandilla de chicos y chicas de los pisos de la estación de autobuses del Prado de San Sebastián y alrrededores. Algunas de las chicas pasaban el verano con la familia en la playa de Rota y como yo andaba bastante encandilado con una de ellas, aproveché un fin de semana que tenía libre y el domingo cogí un autobús y me fui a verla. Nos encontramos y me dijo que estaríamos con la pandilla y que también había llegado otro amigo suyo, al parecer con las misma pretensiones que yo. Me lo presentó y toda la pandilla de amigos pasamos el día en la playa. No voy a mencionar nombres de chicas, por respeto a las que puedan seguir en esta vida, naturalmente con más de ochenta años. Pero si el de mi contrincante en amores que se llamaba Luis Infante. Lo único que supe de él ese día es que era torero con los hermanos Peralta y vivía en Coria del Rio.
Avanzada la tarde empecé a despedirme para coger el autobús de vuelta a Sevilla y Luis me ofreció que me quedara y que podía llevarme en su coche. Acepté con mucho gusto y contento de poder continuar unas horas más en muy buena compañía. Cuando las chicas se marcharon a su casas, en aquellos años era antes de las doce de la noche, fuimos en busca de otros dos pasajeros para Sevilla. Un torero mejicano, Antonio Toscano y Eduardo Juliá, cuyo padre tenía entonces un bar frente al cine Coliseo.
Comenzamos el camino después de las doce y de tomar una copa o más. En aquello años no había controles de alcoholemia. Bajando la cuesta que terminaba en la famosa y peligrosa curva de el Cuervo, el coche cogió velocidad y Antonio, de copiloto avisó a Luis, que frenó demasiado de prisa e hizo que el coche patinara y volcara para quedar sobre un lado en medio de la carretera. Afortunadamente no pasó nada, solo pequeñas contusiones y un corte el una mano de Luis al salir por una ventana con el cristal roto.
A partir de ese accidente nos hicimos buenos amigos y Luis y yo nos olvidamos de aquella chica y poco más tarde conocimos a dos hermanas con las que mantuvimos noviazgo, Luis más corto que yo. Pero lo suficiente para incrementar nuestra amistad, teniendo la oportunidad de conocer a su madre, Angustia García Parias y sus hermanas Luisa, Ángeles y Alegría. Entonces conocí la triste historia de su padre, que parecía olvidado y del que no se hablaba en Sevilla, quizás por sentirse culpable de su fusilamiento, del que nunca oí hablar a su propia familia. Perdimos el contacto en 1962 cuando yo marché al Reino Unido.
Despacho de Blas Infante en su casa de Coria.
Durante la Transición se publicó toda la vida de Blas Infante y su trayectoria política, que pude conocer a través de varios libros. De ahí nació el Partido Andalucista, considerado de centro-izquierda, que tuvo bastante protagonismo, con cinco diputados en el Parlamento Español y varia alcaldías en las principales ciudades andaluzas, durante vario años, pero que desgraciadamente se disolvió en el Congreso celebrado en Torremolinos en el 2015.
Volví a tener contacto con la familia poco antes de volver a España. Supe que hacía tiempo que Luis vivía en Holanda y a trasvés de su hermana Alegría, que me proporcionó un teléfono, pude tras varios intentos, conectar con un amigo que me informó de que Luis estaba ingresado en un hospital. Allí falleció, lejos de su familia, de sus amigos y de la Sevilla que tanto amó.