Hace ya muchos años, algo más de sesenta, que tuve ocasión de interpretar el personaje Agapito de la obra de Pedro Muñoz Seca, "Soy un sinvergüenza". Pedro Muñoz Seca, dato para la memoria histórica, fue un escritor andaluz que fue fusilado en Paracuellos en 1936, por el terrible crimen de criticar el comunismo en alguna de sus obras. Los republicanos de la II República, que luchaban por la libertad, no aceptaban la libertad de expresión.
Agapito, no era un sinvergüenza, era simplemente un vividor y un "parado de larga duración" que se apuntaba a todo con tal de no trabajar y se prestó a ser conejillo de indias en una clínica donde se pasaba todo el día en la cama y muchos de ellos borracho. Tenía un dicho, que siempre repetía, que era "el pimiento ha de ser verde y el tomate colorao", y en sus borracheras siempre cambiaba los colores: "el tomate ha de ser verde y el pimiento colorao".
Unos años más tarde, en una feria agrícola en el sur de Inglaterra tuve ocasión e ver tomates rojos, amarillos, morados y con rayas simulando la piel de tigre. También pimientos verdes, rojos, amarillos y morados. Los americanos empezaban a exportar al mundo, a la vez que la Coca Cola, la comida, que antes que por la boca, entraba por los ojos. Y de aquí sale una pequeña historia que he recordado de mis tiempos en la importación de fruta en el Reino Unido, gracias a un artículo de ABC publicado el día 1 de octubre sobre la manipulación de la fruta para hacerla más atractiva.
Fue en un viaje a España, concretamente Alicante y Murcia, con el director de compras de uno de los más prestigiosos supermercados británicos, que quería visitar exportadores de melones que pudieran atender las exigencias de su clientela. Era en los comienzos de los conocidos "piel de sapo" y deberían ser todos de un color uniforme y de un tamaño de un kilo de peso, para poder envasar en cajas de cartón de cinco kilos, o sea, cinco melones todo iguales. Eso además de certificados del cultivo, abono, insecticidas, plaguicidas etc. etc.
En esto todos los exportadores estaban conformes, pero en el peso todos decían que procurarían ser lo más estricto posible, pero que no podían garantizar llenar camiones de 40 toneladas con melones de un kilo de peso. Algo cansado de la cantinela de "cinco melones en una caja de un kilo cada uno" y ya en el último exportador que visitábamos, se me ocurrió decirle que Manolo, agricultor. envasador y exportador, había diseñado un método que consistía en hacer crecer el melón dentro de una caja de plástico, donde crecían todos del tamaño exacto. Manolo, que era un lince y cogió la idea al vuelo, añadió que así era, pero que eso encarecía el producto demasiado. El inglés dijo que estudiara los costes y pasara una oferta porque podría ser interesante. O sea, que se lo creyó.
Pues al cabo de los años, los japoneses ya están produciendo sandias en forma de pirámides y melones cuadrados con el mismo procedimiento que se nos ocurrió a Manolo y a mi. Pero, eso si, a un precio exorbitado y un trabajo, que diríamos " de chinos" más que de japoneses. Pero como decía el Guerra "Hay gente pa tó".
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