Ayer fue domingo. Día de descanso, que hasta Dios lo respetó después de siete días de trabajo. Yo también descansé, aunque después de desayunar abrí el correo electrónico y me encontré con un mensaje de Ignacio Jiménez Sanchez Dalp felicitando a todos los Rafaeles de su lista, que tuve que contestar con mi agradecimiento. De ahí se lió la cosa y aproveché para felicitar a otros dos como Peralta y Herrera.
Parece que somos todos un poco rebelde con la Iglesia, que cambió la celebración de los tres Arcángeles al 29 de septiembre, día de San Miguel, que es el primero del que habla la Biblia. Pero los que creemos firmemente en las tradiciones y llevamos el nombre desde nuestros padres o abuelos, preferimos conservar la fecha de antes, Yo tengo otra razón más poderosa. En el Reino Unido se hacen muchos chistes con los maridos que olvidan el aniversario de la boda, con el consiguiente enfado de las esposas. Como yo me casé allí y en 1964 el 24 de octubre era sábado, no lo dudé un momento y así, entre el Santo y la Boda, no se me ha escapado nunca. Y lo celebramos como lo hacíamos en el Reino Unido. Nos fuimos a comer a un restaurante, eso si, comida de esta tierra, arroz con setas y cola de toro, regado, por desgracia, con cerveza sin. Y es que tenía que conducir varios kilómetros y hace exactamente cuarenta años que me prometí que no me quitarían la licencia de conducir por beber alcohol.Y voy a contarlo, porque a lo mejor le sirve a algún posible lector de ejemplo. Mi primera y única prueba de alcoholemia, fue en el centro de Londres a las dos y media de la mañana en 1970. Veníamos de una fiesta y acababa de tomarme dos dobles de whisky en un Club español que había en Tottenham Court Road, ya camino de mi casa a 50 kms. de allí. Hay que aclarar que los dobles de whisky británicos, tienen menos whisky que uno normal en España, pero es que la fiesta, con cena y baile, había empezado a las seis de la tarde. No estaba borracho, pero había bebido bastante más que el límite. Soplé en un globito y pasé la prueba. Me dejaron marchar, pero me dio tanto miedo de perder la licencia que me prometí no beber si tenia que conducir. Cosa curiosa, no me han vuelto a parar en ningún control y por tanto no se como son los nuevos aparatos, que supongo sea mejores que aquellos globitos de hace cuarenta años.
Por la tarde fuimos a Misa a la Ermita de San Antonio, a mi mujer le gusta más esa bonita y recogida ermita, que la Iglesia Parroquial y después a casa. Ya tranquilos y con el coche en la cochera, terminamos con una botella de buen Rioja.
Ya vi algo de televisión y me llamó la atención el revuelo de los socialistas y las feministas por la desacertadas palabras del alcalde de Valladolid sobre los morritos de Leire Pajín. Pues bueno, hizo mal, pero después ha rectificado y pedido perdón, por lo que el asunto debería estar perdonado, aunque no necesariamente olvidado. Tampoco es para tanto revuelo. La política está llegando a tal límite, que deberíamos moderar el lenguaje antes de llegara a más. Pero lo más curioso del caso, es que no es lo mismo si se insulta a una mujer o a un hombre, o a uno del psoe o a uno del pepé. A mi me han llamado cosas bonitas, como hijo de puta, facista, casposo, de derechas, tonto del culo y hasta asesino, directamente o por ser militante del Partido Popular y decir y escribir mis opiniones sin insultar a nadie. Nadie me ha pedido perdón. "A palabras necias, oído sordo".
Está claro que lo socialistas están nerviosos y han comenzado una dura campaña de acoso al Parido Popular, con insultos y descalificaciones. ¿Recuerdan a Alfonso Guerra, el "malo" de Felipe González? Aquél que llamó a Adolfo Suarez "Tahur del Mississippi", y a las mujeres del Partido Popular, "Mariquita Pérez", "La Monja Alférez" y otras lindezas. Pues nunca pidió disculpas. Solo las ha pedido cuando llamó a Trinidad Jiménez "La Señorita Trini" Claro que esta es de su propio partido.