Ha sido como una gran borrachera, de esas en las que se mezclan la cerveza con el vino, este con licores de alta graduación y termina con una o dos copas de anís dulce. A mi me ha durado la resaca más de una semana, sin ganas de escribir, comentar o buscar excusas por lo ocurrido el pasado día 20. Pero he llegado a una conclusión.
¿Recuerdan aquel slogan de "España es diferente", atribuido a Fraga cuando era Ministro de Turismo?. Pues si, España es diferente a otros países de nuestro entorno, donde se respetan las instituciones, los signos nacionales, el Jefe del Estado, el Gobierno, se canta y respeta el Himno Nacional y se venera la Bandera. Pero no es la culpa de España. Es culpa de los españoles, que somos así. Diferentes. Ya le dijo Franco a un periodista americano, en 1959, "que si el Presidente Eisenhower tenía que cuidar de más de 179 millones de ciudadanos americanos, el ciudadano Franco tenía que cuidar de 30 millones de presidentes españoles". Aquí todos queremos ser Presidentes, desde Presidente del Gobierno a presidente de la comunidad de vecinos o del casino del pueblo. Y así ocurre, que haya cuatro candidatos que después de las elecciones pretendan ser Presidente del Gobierno, sin tener mayoría absoluta y sin respetar la mayoría del más votado.
Amadeo I fue el primer Rey de España (y el único) elegido por el Parlamento en Noviembre de 1870 por 191 voto, después del gobierno provisional del General Serrano, que ayudado por otros generales habían tomado las riendas como consecuencia de la Revolución de 1868 y la salida de Isabel II. Aprobada en 1860 la Constitución que declaraba España como una monarquía constitucional, el Gobierno del General Serrano optó por Amadeo de Saboya, italiano hijo del Rey de Italia y descendiente de Carlos III. El resultado de las elecciones fue curioso por la diversidad de las candidaturas. La de la República Federal consiguió 60 votos, el Duque de Montpensier 27, el General Espartero 8, la República Unitaria 2, Alfonso de Borbón 2, la República Indefinida 1 y la Duquesa de Montpensier (la Infanta María Luisa Fernanda, hermana de Isabel II) 1. Como no podía ser de otra manera en una España en decadencia, convulsa y dividida con los agravantes de la guerra carlista y la de Cuba, el Rey, que no llegó a reinar mas de dos años, presentó su dimisión o renuncia en febrero de 1873. No sin antes declarar: "Ah, per Bacco, io non capisco niente. Siamo una gabbia di pazzi". Una verdadera jaula de locos, que justificó con la famosa frase de "Los peores enemigos de España son los propios españoles.
Por aquellos años, un poeta catalán Joaquín Bartrina, escribía (en español): "Oyendo hablar a un hombre, fácil es/ saber donde vio la luz del sol./ Si alaba Inglaterra, será inglés/ si habla mal de Prusia, es un francés,/ pero si habla mal de España.....es español". Nunca oí a un inglés hablar mal de Inglaterra, al contrario. Los ingleses son tan patriotas que, como dijo De Gaulle: "piensan que siguen mandando en el Mundo". Los franceses no se qué piensan o dicen de los prusianos, porque Prusia desapareció en 1947. pero lo que es evidente, es que lo españoles hablamos mal de nuestra España.
Y además tratamos de destruirla, repitiendo la historia de los males que nos han maltratado. Ya nadie se acuerda, o no se quieren acordar, de lo que pasó durante la Segunda República, cuando un Parlamento dividido en derecha, izquierda, regionalistas y nacionalistas, cada sección dividida en varios partidos que no se ponían de acuerdo, la izquierda se dejó arrastrar por los radicales comunistas manejados por Moscú y nos costó una guerra civil, un millón de muertos y 39 años de dictadura.
Creo que los españoles merecemos un futuro en paz, armonía y properidad, pero parece ser que la izquierda española no está por la labor. La diferencia es que ahora no son los comunistas, enviados y pagados por la poderosa Rusia, sino los enviados y pagados por Venezuela. Que veremos como acaba después de las últimas elecciones. El, por ahora, líder del PSOE debería demostrar algo de sentido de Estado y seleccionar sus compañeros de cama, para no volver otra vez a lo mismo. España no se lo merece.