La nieve anunciada. Pero como por aquí no estamos acostumbrados y por tanto tampoco estamos preparados, siempre nos coge de sorpresa. Como para dejar un copa en el mostrador del Jacarandá y salir a la calle a sentir en el rostro la caricia fría de una agua-nieve, que duró uno quince minutos y por supuesto no cuajó en el suelo.
También estaba anunciada en el norte, el centro y el este de Andalucía. Y en esos lugares si deben estar acostumbrados a las nevadas, al uso de cadenas, a tratar las carreteras con anti-heladas, al necesario uso de camones quitanieves y a la necesidad de planear rutas y horas de regreso. Pero no se puede evitar que el tráfico de vuelta a casa después de unas vacaciones navideñas, una gran nevada y la inexperiencia de muchos conductores, provoquen el colapso de una autopista como la AP-6, el cierre de la misma y la agonía de conductores y familias enteras con mayores y pequeños, atrapados por horas interminables.
El problema pudo se resuelto por la Guardia Cvil y el Ejercito y no ha habido que lamentar víctimas, solo personas desesperadas. Y para goce de políticos oportunistas, especialmente El Guapo y El Coleta, que no pierden ocasión, sea la que sea, para achacar al Presidente Rajoy la culpa de todo lo malo y nada de los bueno, que no tardaron en usar las redes sociales y las insociales para pedir la comparecencia de los Ministros de Interior y Fomento, del director de la DGT y la dimisión de Rajoy. Como si los dos líderes citados, con nula experiencia de gobierno, tuvieran planes a la mano, para evitar estas situaciones.
En mis treinta y cuatro años en el Reino Unido sufrí varia nevadas y problemas en las carreteras. Y por suerte vivía en un área, donde no nevaba con tanta frecuencia como en el sur o el norte del país. La primera vez que tuve que enfrentarme a una copiosa nevada en carretera para ir a trabajar en Londres fue allá por el año 1967. Hasta entonces había trabajado en Maidenhead y viviendo cerca del trabajo. Tenía que usar cuarenta kilómetros de la concurrida autopista M-4, de tres carriles, hasta la entrada a Londres, donde dejaba el coche, para seguir en el metro hasta el Mercado de Covent Garden. Tuve suerte, la mayoría de los conductores que transitaban diariamente, se habían quedad en casa, entré en la autopista detrás de un camión quitanieve y le seguí todo el camino, que me permitió llegar a la oficina solo con veinte minutos de retraso. El Director, que sabiendo dónde vivía y la nieve que estaba cayendo, no me esperaba. Me preguntó cómo me las había arreglado para llegar. Mi primera respuesta fue, que estaba acostumbrado a conducir con nieve porque había vivido en Sevilla. Me contestó que el también, porque era de Valencia, donde nieva tan poco como en Sevilla. Después le conté lo del camión y tomó nota, por si le hacía falta, aunque el vivía en Londres y podía viajar en el metro, que va bajo tierra y no le afectan las nevadas. Al contrario, sale menos gente y por tanto hay más sitio y rapidez.
El segundo encuentro con la nieve, nunca lo olvidaré, fue el 2 de febrero de 1968. Iba ya, de noche oscura y con gran nevada, de Maidenhead hacia el Canadian Red Cross Hospital de Taplow, solo unos cinco kilómetros y menos de diez minutos, cuando creí que no llegaría a tiempo de ver nacer a nuestra hija. Patricia estaba ingresada desde por la mañana y yo acababa de llegar a casa desde la oficina con la intención de ir a verla, cuando me llamaron para darme la noticia de que el parto era inminente. Se levantó una fuerte ventisca y los gruesos copos de nieve no caían verticalmente, Pasaban horizontalmente de un lado de la carretera a otro, entrando en los motores de algunos coches y haciendo parar el funcionamiento, al punto de que ya había coches parado en el arcén y dificultando el tráfico. Pude llegar a tiempo de presenciar el nacimiento de nuestra hija, para la cual ya Patricia tenia escogido el de Reyes. Casi cambiamos el nombre por "Maria de las Nieves".
Aquello de las nevadas ya se hizo costumbre, pues cada año solía haberlas, aunque no con la intensidad de aquellas dos, aunque si en otras áreas más al norte del país, causando retenciones en carreteras mucho más graves que las de ayer en España, sin que a nadie, y menos a los políticos, se les ocurriera responsabilizar al Gobierno de turno. Pero Spain is different. Recuerden que si Ponina no reventaba, era culpa del alcalde.
La autopista M-25 alrededor de Londres |
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