Esta mañana está el pueblo muy tranquilo. Más de medio pueblo debe estar todavía en la cama a pesar de que son las once horas. Y es natural, a las cinco de la mañana se seguía escuchando la música de la fiesta de San Antonio. Y no solo la música, sino las voces innecesarias de los que volvían de la fiesta, que olvidan que hay gente que duerme a esa hora. Cosas de la juventud. En la mía eran otras horas. La fiestas y la música se terminaba a la una de la madrugada y solo leudábamos algunos a los que nos gustaba seguir la fiesta. Y seguir la fiesta era dar serenatas a las chicas. Aquilino tocaba muy bien el acordeón, pero nosotros eramos unos terribles cantores. Eso si, al ir de una ventana a otra lo hacíamos en silencio, pero al llegar a las ventanas cantábamos a pleno pulmón en completa desarmonía para despertar a la chica, que algunas veces, y si que se enteraran los padres, se asomaba a dar las gracias. Pero los vecinos protestaban al día siguiente al ayuntamiento y el alcalde mandaba al municipal Pepe Tango a ponerle una multa de cinco o diez pesetas a los cantores, que tanto él como todos los vecinos, sabían que eramos los mismos de siempre. Mi correspondiente multa, la pagaba el alcalde directamente al municipal y luego me formaba la bronca cuando llegaba a casa. Era mi padre.
Pero eran otros tiempos. ¿Mejores?. No soy quién para juzgarlos, yo diría diferentes y que cada uno lo tome como mejor le parezca. Las Fiestas de San Antonio eran el sábado y el domingo. El sábado había corrida de toros, novillos o becerros, con lo que al día siguiente había carne fresca en la carnicería de Diego. Por la noche tocaba la Banda Municipal en la Plaza de San Antonio. El domingo se subía el Santo en procesión hasta la iglesia parroquial, que se llenaba de fieles. Por la tarde se celebraba la sangría en la calle Larga, con elevación de globos y fantoches, cohetes y las cucaña. No había miedo de fuegos a pesar de que todos los cercados cercanos al pueblo estaban llenos de rastrojos. Terminada la sangría se celebraba la procesión por las calles del barrio y se terminaba con el baile amenizado por la Banda y una función de fuegos artificiales. El lunes, a trabajar otra vez y hasta el año que viene. ¿Hay diferencia?
Ahora empiezan las Fiestas el viernes por la noche con música, algunas veces enlatada, el sábado no hay toros, pero si juegos para los niños y después música y actuaciones en la Caseta Municipal. El domingo la función religiosa en la ermita, que no se llena del todo y después más música en la caseta, por la noche la procesión por el barrio con la Banda Municipal de Zufre y de media noche a por la mañana más música y poco bailes en la caseta. Hoy, lunes por la mañana, se elabora la sangría, para beberla a partir de las 10 de la noche, amenizada por una charanga y después más música en la caseta hasta por la mañana. El martes, descanso merecido, por la mañana, cura de las resacas y por la tarde la subasta y el apurado de la sangría que sobró.
Hay quién considera las fiestas como el "pan y circo" de los romanos, para olvidarnos de la crisis, algunos amargados que no les gusta divertirse, pero lo que si está claro que quien hace su agosto, nunca mejor dicho, en la Sociedad General de Autores.
Lo cierto e indiscutible es que una fiesta que comenzó hace años en un barrio de agricultores, se ha convertido en otra, no solo de todo el pueblo y sus alrededores, sino que ha llegado hasta Sevilla y Huelva, de donde acuden jóvenes y no tan jóvenes a disfrutar de ella. Mi buen amigo José Manuel Brazo firma hoy en ABC un interesante artículo sobre ella con la siguiente ilustración.
Gracias a las nuevas tecnologías, también se puede encontrar en Internet, amplia información, artículos y fotografías.
Y ¡Hasta el año que viene!
Marcial, uno de los personajes más populares de Higuera, con la charanga
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