Fue la segunda película que vi en versión original, en inglés, cuando llegué a Londres en 1962. La primera fue El Cid, que se había estrenado en diciembre del año anterior, casi a la vez que en Madrid. Volví a verla dos años más tarde, todavía en el mismo cine, cundo ya entendía bien el idioma. La segunda película que vi el mismo año fue la primera de la serie del agente secreto 007, James Bond, en la que Sean Connery y Ursula Andress cautivaron a mujeres y hombres, o viceversa. La recuerdo con cariño, porque una de las "mujeres Bond", Eunice Gayson, estuvo en el bautizo de mi hijo, acompañando a mi buen amigo Larry Forrestal y su mujer.
Pero no se trata de películas, aunque la película que los españoles estamos viendo, parezca una película, no de miedo, sino de terror.
En un artículo "Sanchez comienza la campaña" en este mismo blog el pasado 28 de abril, llamaba a Pedro Sánchez El Guapo, El Empecinado y Míster No. No creo que fuera el primero en darle ese apelativo, pero me llena de satisfacción que muchos e importantes periodistas le han llamado de esta forma. Lo que quiere decir que somos muchos los que coincidimos.
Mi amigo Gracián, después del discurso del miércoles, le ha llamado otras cosas, que no pretendo reproducir, porque pienso que se merece un Doctorado en NO. Pero, con su consabida cachaza, Gracián le llama también "El Señor Marqués de Comillas" por su reiterado y también cansado, abrir y cerrar comillas de su discurso, para intentar convencer el público del "mal gobierno de Rajoy". Vamos, que no hizo, hace o hará nada bien. Me dijo una vez un político británico, después de la muerte de Franco, cuando la gran parte de la prensa española se dedicó a contar todo lo malo que había hecho, que "Era totalmente imposible que en cuarenta años de gobierno, no hubiera hecho algo bueno". Pocos años después, cuando se desclasificaron documentos secretos de la Guerra Mundial, me hizo el siguiente comentario: " Al menos ahora sabemos que libró a España y Europa del comunismo".
El señor Sánchez está empeñado en suicidarse, al menos políticamente. Esta tarde tiene la magnífica oportunidad de rectificar, que es cosa de sabios, para permitir la formación de un Gobierno, del que él mismo podría haber sido parte desde el pasado diciembre, y no autodestruirse a la vez que destruye a su Partido, a España y a los españoles.
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