No me refiero a los palacio medievales, reales, de Sevilla o de la Duquesa de Alba. Se trata de Los Palacios, ciudad cercana a la capital de la provincia de Sevilla a pocos kilómetros por la carretera de Sevilla a Cádiz. Carretera que cruzaba el pueblo por el que yo pasaba despacio en moto los domingos de verano allá por los años cincuentas, camino de Cádiz, Rota o Sanlúcar, para enfilar la famosa recta y poder alcanzar los 180 kilómetros por hora. Entonces no había límite de velocidad y solo algunos agentes de la Policía de Tráfico, más interesados en mirar los papeles sin medios para detectar la velocidad.
Volví a los Palacios allá por los ochentas a visitar una Cooperativa Agrícola que tenía sus instalaciones a la salida para Cádiz a la derecha en la esquina de la que iba a los campos de cultivo. Los Palacio habían pasado de ser un pueblo agrícola a se un centro de producción muy importante. Visitamos todas los cultivos y todas las instalaciones y quedé admirado de cómo había progresado la gente. Los colonos vivían en las antiguas casas, con todos los aparatos electrodomésticos, sus coches y hasta sabían el cambio oficial del día de la peseta y las monedas europeas más usadas. Me sentí defraudado porque yo solo conocía la cotización de la libra esterlina. La Cooperativa tenía en aquello tiempos, doce cosechadoras de algodón que valían doce millones de pesetas cada una. Toda aquella riqueza no la había generado el gobierno de Felipe González, venía de muchos años atrás y del tesón y el trabajo de unos palaciegos que habían aprovechado las oportunidades que les habían ofrecido. No pudimos hacer negocio porque no estaban entonces interesados en el fluctuante mercado británico. Tenían muy buenas salidas en otros países más cercanos y estables. En otras palabras; que eran lo suficientemente inteligente para no fiarse de los ingleses. ¡Qué pena que los linenses no fueran como los palaciegos!.
Hace muchos años que no paso por Los Palacios. Prefiero la autopista que es más rápida y no tiene uno la tentación de parar en la Venta del cruce de Lebrija a tomar una manzanilla (o tres) con una buena tapa de jamón. Desde que la Ley dice: "Si conduces, no bebas". hay que tener cuidado. "Las leyes, nos guste o no, están para cumplirlas. Y si no sirven, se cambian", me dijo una vez Don Manuel una vez que le pedí que se pusiera el cinturón de seguridad en Londres. Y esta de no beber si se conduce, perece que si que sirve por lo que es una buena razón para respetarla.
De esa Venta tengo un buen recuerdo. Allí, con unas copas de brandy de Jerez, nos curamos unos pequeños cortes consecuencia de haber dado dos o tres vueltas en el coche sin salirnos de la carretera en la famosa curva de El Cuervo. Veníamos Luis Blas Infante, Eduardo Juliá y el torero mejicano Antonio Toscano. Los dos primeros ya desparecido y el tercero, no se si disfrutando de su retiro en su querido Méjico o haciéndole compañía a los otros dos. De esto hace sesenta años, Luis Blas quería ser torero, Eduardo trabajaba en el Bar Coliseo que tenía su padre, Antonio estaba haciendo la temporada en España y yo el servicio militar en Tablada. Pero me acuerdo como si hubiera sido ayer
Otra cosa qie no se me olvidará es el insólito incendio del archivo del Ayuntamiento de Los Palacios donde había documentos históricos, que se han salvado y otros, reclamados por un Juez, que posiblemente sean los que se han quemado. ¿Puede creer alguien que el fuego haya sido fortuito?. El nuevo, o medio nuevo, Gobierno de Andalucía ha empezado con el pie izquierdo y a la pobre Susana, como al "probe Miguel", se lo están poniendo muy difícil. Primero el fuego y ayer el auto de la Juez Alaya implicando a Chaves, Griñan y cinco Consejero de la Junta de Andalucía. Falta ver como reacciona la nueva Presidenta, después de haber dicho en su discurso de investidura que trabajará en firme para acabar con la corrupción. ¡Ojalá un día pueda decir "Promesa cumplida"!.
No hay comentarios:
Publicar un comentario