Así hemos llamado siempre a Josefa Seijo Florenciano, que falleció el sábado en Sevilla a la edad de 91 años. Una larga vida dedicada al prójimo, desde que siendo muy joven entró a formar parte de la Sección Femenina que lideraba Pilar Primo de Rivera. En el cuartel general, que estaba en la calle Albareda, se ofrecían unos servicios sociales, con muy pocos medios, gracias a la bondad de unos pocos y al servicio voluntario de algunas jóvenes sevillanas. Eran los años de hambre de la posguerra y jóvenes de los pueblos venían a Sevilla huyendo del hambre y la pobreza. La Sección Femenina salvó a muchas de ellas de caer en la prostitución como única salida, puesto que después de acogerlas y darles cobijo y comida, les buscaban una casa en la que pudieran servir de domesticas y ganarse honradamente algunas pesetas. Allí estaba Pepita, al pié del cañón.
Más tarde pasó a unos cursos en el Castillo de la Mota, donde conoció e intimó con Pilar y donde le inculcaron los valores de amor a la Patria, en base de servir a los españoles como nos enseñó Jesucristo:"Amad a los demás como yo os he amado". Jesucristo debió amar mucho a Pepita, porque esta se volcó totalmente en los demás. Y puedo hablar por propia experiencia.
Por lo años cincuentas marchó a Inglaterra a aprender inglés y allí se quedó hasta que las circunstancias, por no decir el gobierno de Felipe González, le obligaron a volver a su Sevilla.
Cuando yo llegué a Londres en octubre del 62, Pepita era uno de los pocos contactos que yo llevaba, La había conocido en Sevilla años antes, cuando su hermano Juan y yo coincidimos para ser "concuñados" al ser nuestra novias hermanas. Ninguno de los dos llegamos a realizar el sueño. Mi hermana, que se fue a Londres en el 57 había continuado su amistad con Pepita y tenia su dirección.
Trabajaba entonces, como todos los que llegábamos por aquellos años, en uno de los tres trabajos que permitían a los extranjeros; hostelería, colegios o domésticos. Pepita era ya" House Keeper" de un hotel en el centro londinense. Fue la que me buscó un "Bed & Breakfast", para los primeros días, el primer trabajo y muy poco después otro mejor, en un Restaurante de Coockam (cerca de Londres) donde me asenté durante los cuatro años reglamentarios para conseguir la residencia en el País y pasé todas las categorías hasta finalizar como Director en otro restaurante de la misma zona.
En esos años, Pepita había pasado a ser la Asistenta Social de la Embajada de España y yo me había casado, creado una familia y estaba un poco cansado de un trabajo tan demandante como es el de hostelería. Otra vez Pepita me encontró un trabajo en una compañía importadora de frutas, que me cambió la vida y en la que llegué a Jefe de Contabilidad, en los 17 años que trabajé para ETASA (Londres) Ltd. hasta su liquidación en 1983. Ya Don Manuel había pasado por la Embajada en Londres, Franco había muerto y España empezaba a cambiar. Para bien o para mal. Rafael Cerezo, Director de la compañía alicantina en Londres, era muy amigo de Don Manuel, los directores de la compañía en Alicante eran también de derechas. A mi nadie me quita de la cabeza, que el gobierno de Felipe González le aplicó la ley del embudo y acabó con ella. Y con los directores, los veinte empleados en Londres, los muchos en Alicante, El Ptrat de Llobregat y Murcia y los temporeros que sumaban centenares. Vamos, como una Rumasa en pequeño.
Ya habíamos creado la Gestora del Alianza Popular en Londres, con Rafael Cerezo de Presidente, yo de Secretario y Pepita de encargada de lo que cariñosamente llamábamos "Sección Femenina". Pepita tenia a su cargo otras mujeres extraordinarias y leales, como Tamara, Silvia, Loreto, Zita, Aurora, Carmen y otras, que espero perdonen mi mala memorias y que extendian su labor hasta la preparación de las famosas tortillas de patatas que nos reconfortaban después de las largas reuniones en casa de Pepita.
Vinieron unos años de actividad política, Don Manuel había revolucionado la colonia española en Londres, así como las instituciones, asociaciones, colegios, negocios, instituto y Cámara de Comercio y el nombre de España empezaba a sonar con letras grandes. En el 84 empezamos a asistir a los Congresos, ese año en Barcelona, después en Madrid incluyendo el de Sevilla en1992. En Londres se acentuaba el movimiento asociativo originalmente con mayoría comunista y luego socialista, aunque Alianza y Partido Popular nunca dejaban de aumentar adictos. Pepita continuaba con su trabajo social, nada grato, ya que sus visitas eran a cárceles, hospitales, juicios y hasta clinicas abortivas. Pepita hacía de tripas corazón y tenía muy presente el dicho de "Odia el pecado y compadece al pecador".
Asistió a mi boda, fue madrina de mi hija Reyes y venía a casa algunas veces, aunque se pasara. Y digo pasarse, porque Pepita era algo despistada con las carreteras y un domingo que la esperábamos para comer, se presentó a las seis de la tarde. Había cogido la autopista M-4, se pasó la dos salidas hacía Maidenhead y cuando se dio cuenta le faltaban solo unas millas para llegar al puente del río Severn que separa a Inglaterra del País de Gales. Se había pasado, como decimos aquí, unos pocos de pueblos. Son innumerables las anécdotas que se podrían contar de Pepita, En 1972, el Ministerio de Trabajo les concedió a Pepita y a su compañero de trabajo, Carlos Gil, las Medallas de Honor al Mérito a la Inmigración. No se las pudieron imponer en el acto programado por la razón que pueden leer en el recorte de ABC del 6 de abril de ese año.
En su actividad de ayuda a las españolas con problemas, se recorría todo el mapa de Londres y aparcaba el coche donde podía. Las multas llovían en la Embajada y Don Manuel, con su sorna gallega, le llegó a decir: "Pepita, si tuvièramos que descontarte las multad del sueldo, no solamente no cobrarías, sino que tendrías que poner dinero encima". Y es que Don Manuel sabía apreciar su labor.
A partir de 1982, empezaron a llegar los socialistas a ocupar los puestos relevantes en la Embajada, Consulado y Agregadurias, Pepita pertenecía a la Agregaduria Laboral y el Agregado García Pasigli, con larga experiencia en Europa y América, fue sustituido por un socialista de Madrid, Javier Casas, sin experiencia ninguna, y trasladado al Ministerio de Trabajo en Madrid a ocupar un despacho y no hacer nada hasta que le llegara la jubilación. A la Agregaduria Laboral de Londres llegó un funcionario en "misión de servicios", (servicio al partido), que cuando yo volví a España en 1996 todavía estaba allí convertido en el comisario político de Partido Socialista. A Pepita empezaron a hacerle la vida imposible hasta el punto de que le quitaron o robaron, para ser más preciso, una foto dedicada de Pilar Primo de Rivera que tenia en un marco sobre su mesa de despacho. Entonces decidió pedir la jubilación anticipada, cuando le faltaba un par de años. Ya en España en 1988 el Gobierno le concedió el Lazo de Honor de Isabel La Católica, condecoración bien merecida por sus largos años de servicio.
Pepita vendió su piso del barrio de Chelsey y se vino a vivir a su Sevilla, estábamos ya al final de los años ochenta y recuerdo que en uno de mis viajes me acompañó a saludar a Soledad Becerril, a la sazón Alcaldesa de Sevilla. Muy pronto Pepita encontró el compañero que le hizo feliz el resto de su vida. Fernando Dominguez había quedado viudo y Pepita había sido muy buena amiga del matrimonio, hasta el punto que había sido madrina de uno de los hijos. Continuaron con la amistad de siempre hasta que los hijos de Fernando les recomendaron que se casaran y pudieran vivir juntos el resto de sus días. Así lo hicieron y vivieron una vida feliz y contentos ya que Pepita disfrutó, no solo del cariño de su marido, sino del de los hijos y nietos del mismo, como una familia de siempre. O familia tradicional, como se dice ahora.
Pepita sufrió la muerte de Fernando con gran entereza aunque fue un duro golpe para ella. Le ha sobrevivido un par de años y se nos ha ido, como siempre fue ella: callada, discreta, sin apenas sufrir y sin ser una carga para nadie. Desde aquí quiero enviar mi más sincera condolencia a sus hermanas Pilar y Ana, a sus sobrinos, especialmente a Celia y a los hijos de Fernando, modesto tributo de un amigo de siempre que nunca olvidará la labor de una mujer extraordinaria que dedicó una larga vida al servicio de los demás. Que Dios la tenga en su Gloria.
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