Para nosotros los del P.P. y creo que para la mayoría de los españoles, Don Manuel, no hay más que uno. Don Manuel Fraga Iribarne. Don Manuel que acaba de decir adiós a la política activa a la que ha dedicado más de sesenta años de los noventa, que cumplirá el 23 del próximo noviembre. Supongo que habrá seguido consejos de su hija Carmen en su doble papel de hija y médico. Si es verdad que sus piernas o su cadera le fallan, su cabeza sigue funcionando como siempre. Una cabeza en la que cabe el Estado,según se ha dicho en repetidas ocasiones.
No soy quién para hablar de una vida política totalmente dedicada al servicio de España, pero si quiero contar algunos datos personales, de esos que no publican los periódicos y solo sabemos los que hemos tenido la suerte y el honor de haberle tratado. Yo le conocí como Embajador en Londres a través del Director de la empresa en la que yo trabajaba, su íntimo amigo y colaborador, Rafael Cerezo Enrique, que fue el primer Presidente de la Gestora de Alianza Popular en Gran Bretaña, con el que fui secretario y sucedí en el cargo de presidente hasta que en 1996 lo dejé para volver a España.
Como Embajador, no solo contribuyó positivamente a la relaciones entre los dos países, sino que dejó un imborrable recuerdo de sus relaciones con la Reina, con la Reina Madre, a le contaba historias que le hacían reír, con los políticos británicos y con la colonia española, tanto empresarios como trabajadores emigrantes. Abrió el Colegio Español de Portobello Road, gracias a la donación de Don Vicente Cañada Blanch, que le da nombre al Colegio. Ubicó allí la Casa de España y el Club de Jubilados Españoles. Como nota curiosa los jubilados eran, en aquellos tiempos, todos exiliados de la guerra civil por tanto republicanos, rojos o enemigos de Franco. Dio nueva vida a la Anglo-Spanish Sociaty, a la Cámara de Comercio Española en Londres, al Club Español y al Instituto de España. También a las Asociaciones de emigrantes, tanto el Centro Gallego, como al Centro Andaluz y a las de las Escuelas de Español repartidas por todo el país, a cuyas fiestas y actos asistía siempre que le invitaban. Estando una vez en Escocía para un largo fin de semana con su familia, volvió el sábado por la tarde para asistir un acto de una asociación y volvió otra vez a Escocía a terminar el fin de semana.
Uno de los hechos poco o nada publicado fue el intento de asalto a la Embajada por activistas españoles y otros que no lo eran, con motivo de la condena a pena de muerte de unos terroristas, que tanto tumulto promovió. La policía británica alertada fue a la Embajada a defenderla con sus armas y recomendaron a Don Manuel, que abandonara el edificio con su familia por la puerta de garaje que daba a la calle de atrás. Don Manuel despidió a la familia, volvió a su despacho, cogió un rifle de caza y se unió a los policías en el vestíbulo, cuando intentaban los asaltantes echar abajo la puerta, con estas palabras: "Si rompen la puerta, yo disparo con ustedes, porque tengo que defender lo que es territorio español." No hubo que disparar, porque la puerta resistió y policías desde fuera terminaron con el asalto.
Dos días antes de la muerte de Franco, dimitió como Embajador y volvió a España, acompañado por Rafael Cerezo y Antonio Navarro, para aceptar lo que ya era inevitable y comenzar una nueva era de la Historia de España.
Recuerdo el lanzamiento de la Gestora, que se celebró en el barco La Hispaniola, anclado en el Támesis y convertido en restaurante español, regentado por Juan Plata, que también llevaba el Bailiwick en pleno Windsor Great Park y el restaurante del Club Español de Londres. Yo había acudido con tiempo suficiente antes del acto, para estar seguro de que todo estaba en orden y cuando los camareros estaban dando los últimos toques, se presentó Don Manuel con la puntualidad adelantada. Tuvimos que esperar unos minutos, con una copa de jerez en la mano a que llegaran Rafael Cerezo y los invitados. Pasamos una tarde muy agradable entre empresarios, estudiantes y trabajadores y la Gestora quedó formada.
Don Manuel me llamaba y me sigue llamando, amigo Girón y siempre me ha hablado de usted con una educación que desafortunadamente se ha perdido a todos los niveles. Siempre ha contestado, tanto a las llamadas telefónicas como a las cartas, personales o del partido y recuerdo una que comenzaba: "Sobre el asunto de su carta recibida esta mañana, quiero decirle......" ¿Cuantos políticos contestan por la tarde las cartas que reciben por la mañana?.
En el VI Congreso de Alianza Popular celebrado en Barcelona en 1984 y durante una cena con miles de congresistas, afilados, simpatizantes e invitados, Don Manuel me llamó a su mesa y mientras preparaba la queimada de rigor, me pidió que al día siguiente en el acto de clausura del Congreso, digiera unas palabras en nombre de los afiliados residentes en Europa. ¿Pero Don Manuel, así sin tiempo a preparar nada, que quiere usted que diga?, le respondí intentando evadir la responsabilidad. La repuesta, contundente y sin derecho a réplica, fue: "Diga lo que estime conveniente". Y eso tuve que hacer, aprovechando para denunciar, cómo el partido socialista en el poder, estaba colocando expertos "comisarios políticos" en Embajadas, Consulados y Consejerías, empezando por la Consejería Laboral, que se convirtió, en muy poco tiempo, en la sede del PSOE , bajo las órdenes de Ballesteros llegado de Madrid en comisión de servicio y que doce años más tarde cuando yo me vine todavía estaba en su puesto.
En los almuerzos del primer día de los Congresos a los compromisarios que veníamos del extranjero, siempre me sentaba a su lado para preguntarme por cosas de su querido, admirado y no olvidado Londres. En uno de esos almuerzos me recibió con un sonoro: "Amigo Girón, espero que hoy no haya derramamiento de sangre". Y es que varios meses antes, en una comida en Londres que le ofrecían sus amigos embajadores y políticos conservadores como homenaje, cuando se levantó para dar las graciasl, comenzó a sangrar por la nariz. Me ofrecí a llevarle a los servicios a refrescarle y cotar la hemorragia con agua fría, se disculpó con que no podían perder tiempo y terminó su discurso con un algodón mojado en coñac en la nariz y una servilleta con hielo que yo le sujetaba sobre la nuca.
Podría seguir contando cosas, pero sería demasiado largo, solo resta decir que España perdió la oportunidad de tener a Don Manuel como Presidente del Gobierno. Y a Don Manuel, agradecerle de verdad todo lo que ha hecho por España y desearle, que Dios y el Apóstol Santiago le concedan una larga y feliz jubilación de la política, pero no de sus libros que tanto nos han enseñado.
Campaña electoral junto al colegio español Cañada Blanch