Escribía ayer de la primera parte de la autobiografía de Fraga de 1962 hasta 1975. La segunda parte llegó algo más tarde y llegaba hasta el año 1986, otra década dedicada a la política, pero una etapa más conocida por su trayectoria pública en la España democrática, pero no por eso menos interesante de leer.
Yo era orgulloso poseedor de ambos tomos, regalo de Don Manuel y con cariñosa dedicatoria. Cometí el error de prestarlos a varios amigos del Partido Popular de Londres y deben de estar ahora en la estantería de algunos de ellos. Cuando llegue a España en 1996, el mismo día que José Maria Aznar tomaba posesión como Presidente del Gobierno, Don Manuel era Presidente de la Xunta y en la primera ocasión que tuve de hablar con su secretaria le comenté el caso. A los pocos días tenía otros dos tomos en mi casa, pero esta vez sin las dedicatorias. Entonces me prometí no prestar más libros, ni aunque me dejaran un buen dinero en depósito.
Hay cosas que no se pueden comprar.
Hay cosas que no se pueden comprar.
Hoy he estado hojeando el primer tomo y me he encontrado anécdotas tan curiosas y tan personales, que no he podido resistir la tentación de trans
cribirlas aquí para que si alguien me lee, las conozcan y las propaguen si quieren porque son públicas. La primera dice así:
cribirlas aquí para que si alguien me lee, las conozcan y las propaguen si quieren porque son públicas. La primera dice así:
Sábado, 1 de febrero (era en 1864) Fin de Semana: cacería de perdices en Mudela. Fue entonces cuando tuve la desgracia de darle un plomazo en "salva sea la parte"a la Marquesa de Villaverde; yo tiraba entonces sin pantallas y una perdiz baja que pasaba entre nosotros dió lugar al monumental error. Carmen Franco estaba, además, entre su padre y yo; siguieron unos minutos indescriptibles. Debo decir que la actitud de ambos ante mi lamentable gaffe fue ejemplar de generosidad y buen estilo. Me compré un juego de pantallas y no he vuelto a plomear a nadie.
El último párrafo dice esto:
Así inicié mi cincuentena, mientras Franco y su régimen emvejencían y morían; España se inquietaba por su destino; se movían los Tribunales de excepción y se procesaban algunos militares; se cumplian penas de muerte; apuntaba al final la crisis económica; se recrudecía la crisis en la Iglesia, en la Universidad, en las regiones, en el Norte de África.
Ahora, en todo caso, había que volver a empezar.
Y empezó a crear y organizar lo que ahora es el Partido Popular y ahí sigue, ochenta y ocho años, trabajando por España
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